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Editorial
Dolor en Cáchira
Cáchira se expone a romper su récord de tranquilidad, porque no más con otro homicidio, ya pasará a tener un 2022 para el olvido.
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Sábado, 7 de Mayo de 2022

Medicina Legal reportó el año pasado un solo homicidio en Cáchira, dentro de los 591 asesinatos ocurridos en 2021 en Norte de Santander, dato que sirve para dimensionar el impacto de la ocurrencia de algún hecho de sangre en una localidad pacífica como esta.

Lo sucedido en territorio cachirense, donde el camino al colegio de aquella adolescente que quería ser psicóloga quedó convertido en un sendero al calvario, hace necesariamente reflexionar sobre como la vida llega a valer nada por la acción de algún desadaptado.

Este feminicidio que tuvo visos de intenso dramatismo como fue el seguimiento, el posterior ataque sexual, el asesinato y luego el intento de desaparición del cadáver de la víctima al ser arrojado al río, conduce a pensar que estamos fallando como sociedad.

Las acciones delincuenciales en contra de las mujeres deben de ser rechazadas con firmeza y a la vez plantearse la urgencia de evitar las  revictimizaciones, porque lo que debe primar es la dignidad del ser.

Es muy triste ver que por el hecho de que una niña, adolescente o mujer adulta sea bonita o agraciada, ella quede expuesta a sufrir salvajes agresiones como la mencionada.

Asuntos de esta naturaleza resultan evidentemente traumáticos para una comunidad, especialmente como la de un municipio donde los hechos de sangre -por fortuna- son de rara ocurrencia.

Cáchira se expone a romper su récord de tranquilidad, porque no más con otro homicidio, ya pasará a tener un 2022 para el olvido, puesto que lo sucedido con la niña, seguramente no será tan fácil borrarlo de la mente, porque ahora las demás niñas y adolescentes de este municipio, tendrán sensaciones de la más absoluta inseguridad.

Deben la Secretaría de Educación Departamental, junto con Bienestar Familiar,  la Policía de Infancia y Adolescencia y la Alcaldía de Cáchira, emprender una jornada de apoyo psicosocial a las niñas y adolescentes de la localidad.

Porque sin duda lo sucedido allí ni se puede minimizar ni mucho menos dejar de lado, ya que los efectos contraproducentes del miedo, la zozobra y el temor a simplemente caminar o ir por algún lugar solitario se instalará en el imaginario como una amenaza ya no de percepción sino de carácter real, a raíz de lo sucedido.

Y desde una perspectiva más amplia, el desenlace de lo ocurrido, con el linchamiento del presunto responsable de la violación y asesinato de la niña, deja múltiples mensajes.

La justicia representada en los magistrados, los jueces y los miembros de la Fiscalía, al igual que la Policía, es importante que repiense en qué se ha fallado para que la gente actúe de esta manera de aplicar las leyes por mano propia y no dejar que sea la legitimidad institucional la que actúe, como debe de ser en un Estado de Derecho.

Ese análisis a la luz de un acontecimiento de tal crudeza es muy necesario y resultaría importante  que la propia Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional, hagan una profunda evaluación en sus salas plenas, no en una, sino en varias, y le digan al país qué se debe hacer para recuperar la credibilidad ciudadana en la justicia.

Y, lógicamente, ellos junto con el Congreso y el poder Ejecutivo fortalecer todo lo relacionado con la protección de los derechos de todos, especialmente de la mujer, su dignidad, su vida y su honra, porque los feminicidios y agresiones no deben tolerarse contra ningún ciudadano.

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