La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Editorial
El hombre fiel
El hoy candidato del liberalismo ha hecho del reconocimiento a los demás su norma de conducta.
Image
La opinión
La Opinión
Lunes, 20 de Noviembre de 2017

Ni siquiera su pasado como intelectual nadaísta, que es igual a haber sido rebelde, iconoclasta y vanguardista, puede alejar a Humberto De la Calle del camino político de en medio por el que su prudencia lo ha llevado a transitar durante años.

Quizás por eso no se le conocen ni escándalos ni indelicadezas ni pasos mal dados… ni siquiera altisonancias que lo dejen al mismo nivel de otros personajes, deleznables y cargados de odio o de ira… o de tigre.

Escogido por millares de colombianos como el candidato del Partido Liberal y en caso de resultar nueva y definitivamente favorecido en las urnas, a De la Calle le corresponderá liderar una de las etapas más importantes de la historia nacional, la de la consolidación de la paz que él mismo hizo germinar entre abrojos y malezas.

Es sabido que un hombre que respeta es un hombre que se detiene ante todos los límites establecidos por el derecho y las buenas maneras, y el hoy candidato del liberalismo ha hecho del reconocimiento a los demás su norma de conducta.

Por eso, en él creen tirios y troyanos, los de arriba y los de abajo, los de acá y los de acullá, el gobierno y la guerrilla, los pacifistas y los guerreristas, los ricos y los pobres. Es el hombre de en medio, el del justo medio, la persona por la que han esperado muchos sectores sociales, que confían en que por fin alguien le dé a cada quien lo que le corresponda, no lo que le acarreen las simpatías y las antipatías.

Y es el hombre que, ya se sabe, aunque no lo haya dicho, que está dispuesto a entregar el último rastro de su energía, para mantener el ambiente generado por los acuerdos de La Habana, a fin de que la justicia social, la verdadera paz llegue y se quede ojalá para siempre.

En De la Calle se conjugan dos concepciones del mundo en apariencia, solo en apariencia contradictorias: el humanismo que le llevó a aceptar sacrificarlo todo en aras de conseguir el sí de la guerrilla de las Farc, y el pragmatismo de quien sabe que no todo lo que brilla es oro y que no basta el sí para que sea sí.

Un país, como nunca, dividido en dos mitades, para algunos irreconciliables, necesita a De la Calle, el demócrata, el conciliador, el humanista, el honrado, no a otro para el que la autocracia, la conflictividad, la siembra de cizaña y la corrupción sean las únicas formas válidas de administrar el Estado.

No se niegan los extremos, ni siquiera los más radicales, los más protervos, pero entre ellos siempre debe haber un justo medio, un punto de equilibrio, un fiel de romana que garantice la tranquilidad que se cimienta en la confianza.

Y alguien para estar allí es Humberto De la Calle.

Él sabe, mejor que muchos otros, que la cabeza del Estado siempre debe estar consciente de que su objetivo, además de garantizar el bienestar y la felicidad, es el de garantizar que el camino del medio siga siendo fuente de equilibrio y armonía y, además, estar convencido de que no debe abandonarlo.

Y pocos colombianos tienen la claridad para entender ese papel de ejercer la medianía, y la persistencia para mantenerse en él, como el candidato liberal.

Temas del Día