La Opinión
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Editorial
En rojo y negro
Cúcuta Deportivo no es un equipo cualquiera de fútbol.
Jueves, 1 de Noviembre de 2018

De ordinario, a la pasión la identifican con el rojo. Pero si es cucuteña, también con el negro. Lo sabe muy bien el Cúcuta Deportivo, por el que miles dan lo que sea, con tal de verlo de nuevo en la primera división del fútbol colombiano.

Y parece que así será cuando, con empatar el lunes próximo en Cartagena, pueda darles a los aficionados una mayor esperanza de que, obviando los demás resultados, pueda llegar a la final. Con ese solo hecho ya estará en la liga grande.

Al foráneo le extraña ese desbordamiento de emociones en torno del equipo, símbolo de la ciudad y de la región, uno de los históricos del fútbol profesional de Colombia: es una pasión enfermiza, dislocada, casi irracional, que de algún modo influye en los jugadores que, al menos en este torneo de ascenso, han hecho gran historia al comandar la tabla de posiciones desde el primer día.

Pero más les extraña que se trate de un grupo de muchachos, en su gran mayoría desconocidos, y de un director técnico que se está estrenando, y que ese equipo sea el protagonista de páginas y páginas de pundonor, de ganas de jugar bien y de agradar. De ganarse el salario que les pagan.

Visto así, Cúcuta Deportivo no es un equipo cualquiera de fútbol. En verdad, es una fiebre que no se calma, una angustia permanente, una enfermedad grave. Se puede decir, sin exagerar demasiado, que aquí la gente puede morir de Cúcuta Deportivo agudo y con el alma envuelta en una bandera rojinegra.

Esta gente tiene mucho que agradecerle a Lucas Andrés Pusineri Bignone, el hombre que tiene al equipo donde está.

Pero, sin dudarlo, tiene que agradecerle más a Romy Bergdolt, la esposa, que insistió hasta convencerlo de aceptar el contrato y venir. Era una pareja, desconocida para muchos, en busca de radicarse en una ciudad desconocida, a encargarse de un equipo poco conocido de primera B. Ahora, ellos, el Cúcuta y la afición, son una sola esperanza, un solo éxito, una sola gloria, un solo grito estentóreo de gol…

Pero, ¿por qué un equipo como este tan entrañable, tan de adentro de todos los cucuteños, está en la segunda línea del fútbol profesional? ¿Por qué todavía el Cúcuta Deportivo no supera esas situaciones en las que la angustia de los malos resultados puede más que la confianza en los jugadores y su técnico?

Hay muchas razones. Pero algo es cierto en el negocio del fútbol: honradez con el aficionado es igual a respaldo. Y la manera como en algunas temporadas, el equipo ha estado dando tumbos administrativos, en abierta contravía del querer de los hinchas, ha determinado que cualquier esperanza se desbarranque.

Ignoran algunos empresarios que el equipo es de la afición, no de ellos, que solo poseen las acciones y que se deben a todos los seguidores, y que carecen del menor derecho a disponer libremente de jugadores y técnicos. Pero, también, los hinchas ignoran que son ellos quienes deben determinar, en todo momento, cuál es la ruta que debe seguir el equipo.

Cuando, como ocurre en otros lugares, los aficionados se hagan sentir sobre los empresarios, las cosas comenzarán a cambiar. El respeto a la afición es norma que, desafortunadamente, a veces se olvida. Ojalá estos días permitan ver de nuevo al equipo motilón en la A.

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