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Editorial
Ese tal ‘Tren’ sí existe
El negacionismo, entonces, no es la salida frente a un riesgo de esta magnitud, que de acuerdo con una evaluación de la Corporación Red Departamental de Defensores de Derechos Humanos, Cúcuta hoy es afectada por el disparo de la violencia como consecuencia de las bandas transnacionales.
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Jueves, 11 de Abril de 2024

La dura realidad se ha encargado de responderle a la sorprendente declaración del canciller venezolano, Yván Gil, de que la banda criminal del Tren de Aragua “es una ficción creada por la mediática internacional”.

Sigue fresco el recuerdo de la balacera en la Autopista Internacional entre esa organización y la guerrilla del Eln, por la disputa del territorio binacional, o las operaciones de extorsión que perpetra en la frontera bajo la amenazante  modalidad de la ‘plata o plomo’.

Y  hay más hechos comprobables, como la caída de tres agentes de tránsito en una redada contra esa megabanda, señalados por la Fiscalía de hacer parte de la citada estructura transnacional de la que el canciller dijo en su visita a  Cúcuta: “ahora inventan un llamado Tren de Aragua, una organización que existió en Venezuela, que luego se ha tratado de poner como marca”.

Hay un dato interesante que muestra las transformaciones a las que llegan estas bandas, como en su momento lo expuso la fundación Pares y que consolida la modalidad expansionista del Tren de Aragua.

“Control del narcotráfico, las extorsiones, los secuestros, los asesinatos, el tráfico de migrantes y la detonación de artefactos explosivos, son algunos de los delitos cometidos por la organización criminal en la zona fronteriza.  Según una fuente consultada por la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), el crecimiento de la banda coincide con el ingreso de los carteles del narcotráfico a Norte de Santander. Así, la convergencia de los actores ha generado una tercerización criminal, pues mientras las organizaciones mexicanas contratan al Tren de Aragua, estos, a su vez, han subcontratado para la realización de distintas actividades ilícitas”.

El negacionismo, entonces, no es la salida frente a un riesgo de esta magnitud, que de acuerdo con una evaluación de la Corporación Red Departamental de Defensores de Derechos Humanos, Cúcuta hoy es afectada por el disparo de la violencia como consecuencia de las bandas transnacionales.

Para desmontar ese imaginario que trató de instaurar el ministro Gil, es bueno advertir que el entrampamiento en que se encuentra el área metropolitana de Cúcuta en medio del accionar de dichas estructuras criminales, la convirtieron en una zona incluso más peligrosa que el mismo Catatumbo, martirizado por décadas por el conflicto armado.

Sin duda que la afirmación del canciller del vecino país en nada ayuda a ponerle la debida atención bilateral al problema de la inseguridad que ya no solamente se quedó en la frontera sino que penetró a nuestro país y cruzó hacia otras  naciones como Chile, Perú y hasta Estados Unidos, hasta donde el Tren de Aragua ha llegado para establecer su  imperio del terror.

Y es que la consideración del ministro Yván Gil no tiene mucho asidero, si recordamos que hasta el presidente Gustavo Petro en la reunión con su homólogo Nicolás Maduro, en Caracas, le planteó que debe buscarse “un acuerdo alrededor del desmantelamiento de bandas, la posibilidad de no uso de las criptomonedas como mecanismo de lavado de activos y lucha conjunta contra mafias de economías ilícitas”.

Colombia no puede bajar la guardia y las autoridades policiales, militares y judiciales deben continuar adelante en la lucha contra el Tren de Aragua y las demás  estructuras transnacionales del crimen organizado.

Pero el llamado es también para que se le ponga la atención urgente al área metropolitana de Cúcuta que como vemos es víctima del multicrimen transnacional y son requeridos los dispositivos y operativos especiales para golpear, desmantelar, desvertebrar y contener esas bandas, en donde hay mayores controles fronterizos, erradicación de trochas y acciones de inteligencia, porque ese tal Tren de Aragua sí existe.


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