Querer ser el fiscal del territorio y no de las cómodas oficinas en Bogotá, de por sí ya implicaría un cambio de 180 grados en el manejo de la Fiscalía General de la Nación por parte del recién elegido titular, Francisco Roberto Barbosa Delgado. Lo dijo ante la Corte Suprema de Justicia cuando sustentó su candidatura y lo ratificó al ser ungido para manejar esa entidad durante los próximos cuatro años.
Para Norte de Santander, el Catatumbo y Cúcuta, por ejemplo, resultará muy importante contar con este aliado para el fortalecimiento de la lucha contra la criminalidad en sus diferentes manifestaciones, como componente esencial en las estrategias dirigidas a recuperar la seguridad, tan debilitada y resquebrajada en esta parte del país.
En ese sentido, hay que aprovechar la decisión de Barbosa Delgado de entablar contacto con los alcaldes para fortalecer las Unidades de Reacción Inmediata con el fin de que los cuerpos de investigación estén focalizados. Ahí se contaría con un elemento de gran valía, pues la percepción que empieza a generar el nuevo fiscal, es que la entidad les dará a las regiones un papel de primera línea.
Desglosando lo expuesto por quien llegó a reemplazar a Néstor Humberto Martínez, encontramos un elemento que para la región y el país constituye un aire de esperanza en medio de la danza corrupta que enmarca muchos de los aspectos de la vida nacional: “si algo deben temer los corruptos es la llegada de un fiscal general como yo”.
De esto sí que se espera mucho porque en los delitos contra la administración pública y el despilfarro y robo de los recursos del Estado, descansa uno de los mayores malestares ciudadanos contra la institucionalidad, al tenerse la percepción de que hay los delincuentes de cuello blanco y quienes, por ejemplo, se enriquecen a costas del PAE o de los dineros de la salud, no les pasa absolutamente nada.
Eso se percibe, con rigor, en Norte de Santander, porque la gente está viendo que los escándalos se quedan en titulares de prensa, escándalos momentáneos y allanamientos espectaculares, pero de ahí a llevar al banquillo y si se puede a la cárcel, a los corruptos, es simplemente una quimera, pues sobran muchos dedos al intentar recordar casos concretos.
Sobre ese particular, los especialistas han advertido que la Fiscalía tiene que acercarse más a la ciudadanía y generar lazos de confianza, con soluciones reales y eficaces de los problemas delincuenciales que ha azotado la convivencia en el país, como la corrupción y el narcotráfico.
No se puede desconocer ni tratar de ocultar la cercanía del fiscal Barbosa Delgado con el presidente Iván Duque, que en su gobierno se venía desempeñando como Alto Consejero Presidencial para los Derechos Humanos.
Ya se le escuchó decir que “hoy tengo la camiseta de la rama judicial, soy el fiscal de todos los colombianos, no de un partido, no soy el Fiscal de ningún presidente”, para desmarcarse de cualquier vinculación con el partido de gobierno o con el actual mandatario, esperándose que sus palabras sean corroboradas por los hechos cuando empiece a despachar en esa entidad.
Una Fiscalía fuerte, despolitizada, operativa y contundente en sus acciones contra el crimen organizado y siempre de la mano con la comunidad y, ahora con las regiones como lo ha prometido el recién elegido titular, es urgente en momentos que Colombia necesita instituciones sólidas, al servicio del ciudadano y que busquen siempre el bien común.