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Editorial
Incumplimiento
El Gobierno no ha cumplido. En varias de estas zonas no hay nada, ni siquiera carpas para que los guerrilleros se cubran.
Lunes, 6 de Febrero de 2017

Todo contrato descansa sobre la base del acuerdo de voluntades y la buena fe de quienes lo suscriben. Un acuerdo de paz es eso, un contrato mediante el cual dos ejércitos —para el caso el Estado y las Farc— se comprometen en determinadas acciones cuyo cumplimiento es obligatorio.

Incumplir un acuerdo implica romperlo y determina que toda obligación que se derivaba de él deja de tener vigencia. Algunas veces, quien propicia la ruptura, es sancionado.

Después de largas negociaciones durante las cuales no solo Colombia, sino buena parte del mundo, estuvieron pendientes, a nombre del Estado, el gobierno y la guerrilla acordaron la paz después de más de medio siglo de guerra.

Siempre hubo muchas reservas sobre la actitud de las Farc y muchas dudas sobre su real disposición a cumplir lo que se acordara. Ha sido parte de su forma de actuar decir una cosa y hacer otra. O, había sido parte de su forma de actuar.

Hoy están las Farc demostrando una envidiable determinación de cumplir hasta la última coma de lo que firmó su comandante ante el mundo. Y, sin duda, están dejando mal parado al Gobierno, y de paso al Estado.

El hecho concreto es que más de 4.500 guerrilleros de las Farc cumplieron a cabalidad lo estipulado en los acuerdos de La Habana en lo relacionado con todas las acciones tendientes a lograr su concentración en las llamadas zonas veredales.

Están cumpliendo, pues en todas las zonas están concentrados, en espera de su desarme, los guerrilleros que hasta hace pocas semanas se jugaban la vida en las montañas en desarrollo de una guerra sin sentido alguno. Y ese cumplimiento merece el reconocimiento de toda la sociedad.

Pero, el Gobierno no ha cumplido. En varias de estas zonas no hay nada, ni siquiera carpas para que los guerrilleros se cubran.

Las razones por las cuales esto está ocurriendo son diversas, pero, en síntesis, tienen que ver con el desgreño administrativo en el que sobreagua la nave escorada del Estado, que así vuelve a demostrar que tienen razón quienes lo acusan de no hacer presencia en todos los rincones del país.

Parte fundamental de la práctica política de las Farc ha incluido el engaño, como método permanente. Pero, al parecer, esta vez le han puesto toda la seriedad requerida al cumplimiento de lo pactado, y con ello les están dando una lección al Gobierno, a los críticos del proceso, y a todos los colombianos.

En términos prácticos, nada obligaría a las Farc a seguir adelante con todo lo pactado, pues se les ha incumplido un aspecto fundamental. Pero creemos que hay unanimidad de todos los colombianos al pensar en que la guerrilla no dará un paso atrás y que, en medio de las dificultades que enfrenta —y a las que están acostumbrados los combatientes, no hay duda— sabrá mantenerse firme en su compromiso.

Los gobernantes no pueden olvidar que la guerra surgió como alternativa cuando a muchos colombianos el Estado les cerró las puertas que les permitían decidir sobre su futuro. La exclusión no puede repetirse. La falta de Estado, mucho menos.

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