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Editorial
La carne nuestra de cada día
Nada de lo diseñado por el Estado para controlar la criminalidad fronteriza está funcionando…
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Miércoles, 18 de Octubre de 2017

Andrés Hoyos es una voz idónea para hablar de la carne y su consumo en el Área Metropolitana de Cúcuta. Es el presidente del Comité de Ganaderos de Norte de Santander (Coganor), y como tal conoce, de primera mano y en detalle, lo que sucede con un producto tan básico en la dieta colombiana como la carne.

Según Coganor, 80 por ciento de la carne que se consume en el Área Metropolitana es de procedencia ilegal, con todas las consecuencias que ese fenómeno genera. Porque son de variada índole, aunque solo algunos efectos impacten directamente en los consumidores.

El solo hecho del contrabando de unas 320 reses diarias (el consumo son 400), tiene varias aristas. Está despoblando a Venezuela de su hato, está eludiendo el pago de impuestos allá y acá, y está obligando a los hatos y a los frigoríficos colombianos a reducir sus costos de la manera más radical: despidiendo personal y arriesgándose a ir a la quiebra inevitable.

Más allá de las anteriores consecuencias, traer la carne de contrabando atenta contra la salud de los consumidores. El producto puede provenir de plantas idóneas de Venezuela, pero su transporte, en condiciones escandalosamente insalubres, sin refrigeración, oculto hasta en los motores de los carros, lo convierte en un veneno. Y los venenos pueden matar.

Pero, en muchos casos, esas plantas tecnificadas son suplantadas por las mafias en corralones en cualquier bosque, donde sacrifican y destazan reses —incluso las enfermas—, en medio de nubes de moscas y de aves de rapiña, y así, revuelta con heces de las reses y con tierra, la trasladan a Colombia. Y la gente la consume, inclusive conociendo su origen.

Porque quienes la consumen saben que cuando la carne, en el acelerado proceso de descomposición causado por el calor de la región, adquiere un color verdoso, la lavan con sustancias químicas, incluidos ácidos, que le devuelven un falso color de carne fresca.

Pero, que a estas alturas, luego de tantas denuncias, haya en las calles de Cúcuta tanta carne y tanta gasolina de contrabando, demuestra sin lugar a la menor duda de que nada de lo diseñado por el Estado para controlar la criminalidad fronteriza está funcionando…

Por eso Hoyos y otros empresarios y observadores critican con dureza lo que está ocurriendo con la carne y con la gasolina, que aunque no envenena, deja al Estado sin una buena parte del recaudo fiscal, mientras hace millonarios a unos cuantos contrabandistas.

El fenómeno, desde luego, no es nuevo. Pero su auge sí, y en esto incide, obviamente, la falta de control. La absoluta falta de control. Porque nadie entiende que toda la ciudadanía sepa que por Puerto Santander, por ejemplo, entren ríos de gasolina de contrabando, y las autoridades lo ignoren. Y no solo gasolina: chatarra, cobre (la nueva moda), carne y otros productos alimenticios.

Y es entendible que eso esté sucediendo: si no ha habido nadie capaz de parar esas infames balaceras en La Parada, donde se pone en riesgo la vida de muchas personas, donde no hay que caminar sino unos cuantos pasos para encontrar a los responsables, ¿cómo creer que sí es posible frenar al contrabando de todo lo imaginable?

Parece que lo único práctico y sensato es echarnos todos al dolor...

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