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Editorial
La coca del Catatumbo
Los campesinos siempre han tenido el deseo de salir de la coca, pero no han tenido más opciones que arriesgar hasta la vida, para cultivarla.
Jueves, 27 de Junio de 2019

Que el Gobierno Nacional no tiene idea de cómo piensan y actúan, en verdad, las comunidades de fuera de Bogotá, donde también es Colombia, se comprobó de nuevo con declaraciones oficiales según las cuales se percibe “un deseo inmenso de las familias (del Catatumbo) de salir de la coca, porque han entendido que estar cultivándola ha traído violencia, pobreza, atraso y aislamiento”.

Esta declaración del consejero presidencial para la Estabilización y Consolidación, Emilio Archila, reafirma algo que de alguna forma se sabía o se presentía. La suya en Cúcuta fue una declaración tautológica que lleva a confirmar que el desconocimiento de los gobiernos, sobre lo que es Colombia, es realmente deplorable.

Es una tautología, o como dice el pueblo, una ‘repetición de la repetidera’, a la que nadie en el Gobierno ha puesto cuidado, pues desde hace largos años, ese ha sido el sentido claro de los reiterados discursos de miles de campesinos, y del liderazgo popular del Catatumbo, para exigir apoyo para sus proyectos productivos.

El consejero presidencial debe saber que existen comunidades en el país, que en uso racional de sus facultades, no quieren cultivar ni coca ni otro producto de posterior uso ilícito. Pero debe saber, también, que la coca y la amapola y la marihuana son, por razón del abandono oficial, la única forma que tienen miles de familias de todo el país, y en especial del Catatumbo, para evitar morir de hambre.

Es el mismo Estado, con su manera de actuar ignorando las necesidades de quienes habitan y subsisten en muchas regiones del país, el que ha arrinconado y forzado a tantos miles de labriegos y campesinos a dedicar sus pocas energías a depender de grandes narcotraficantes, a través del cultivo intensivo de productos de uso ilícito.

Es verdad: los campesinos del Catatumbo siempre han tenido un inmenso deseo de salir de la coca, pero no han tenido más opciones que arriesgar hasta la vida, para cultivarla. Ver morir de hambre a los hijos nunca ha sido, ni para ellos ni para nadie, una opción válida, como sí lo ha sido reemplazar el plátano o la yuca por coca, amapola o marihuana.

Y ha sido opción válida, porque los gobiernos no les cumplen las promesas surgidas al fragor de la batalla política durante la campaña, o por la falta absoluta de presencia efectiva del Estado con recursos para apoyarles a esas pobres gentes sus proyectos productivos lícitos y acostumbrados.

Así que no han descubierto nada en el alto gobierno. Simplemente les han concedido la razón de los campesinos que dedican sus parcelas y sus pocos pesos de ahorro a cultivar productos de uso ilícito. Pero, claro, es importante ese punto de vista, porque es de un alto consejero presidencial, pese a que durante años, los campesinos lo han reiterado, con otras palabras, pero con todo el énfasis, a fin de que alguien les preste atención.

Y, ahora que el Gobierno ya sabe lo que había ignorado y que conocía todo el mundo, vale la pena preguntar ¿qué va a hacer para apoyar a esos cultivadores de productos de uso ilícito del Catatumbo y de todo el país?

De todos modos es importante que el Gobierno se haya dado cuenta de cómo es la realidad en estas regiones, abandonadas por todos, menos por el mundo del narcotráfico, que de alguna manera les ayuda a las familias a paliar sus enormes necesidades de todo.

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