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Editorial
La inseguridad
Es urgente convertir en planes concretos y duraderos los insumos obtenidos de los análisis de la criminalidad en la ciudad.
Viernes, 20 de Septiembre de 2019

Muy grave que el combate a la inseguridad que se abate sobre Cúcuta tenga que transformarse en bandera política y no ser parte de una política pública estructurada Y qué desafortunado es que lo mismo ocurra en Norte de Santander, aunque ya ahí, por causa del conflicto armado, buena parte tenga que ser responsabilidad del Gobierno Nacional.

Así como se estructuran, por ejemplo, las famosas y no bienvenidas concesiones, por qué razón los gobiernos locales de ahora y del pasado, lo redujeron todo a la entrega de motos y de carros-patrulla a la Policía, como si eso fuera lo realmente vital, puesto que ni las cámaras asustan a los ladrones, asesinos o atracadores, ni tampoco la presencia de un equipo patrullero más en la calle.

El tiempo y los acontecimientos señalan que no se puede esperar más y es urgente convertir en planes concretos y duraderos los insumos obtenidos de los análisis de la criminalidad en la ciudad, que es alimentada por el microtráfico, y tiene a un ejército de potenciales integrantes salidos del desempleo, la extrema pobreza, el subempleo y la oleada migratoria.

Pero la seguridad de los ciudadanos, repetimos, no debe ser convertida en caballo de batalla electoral, sino en estrategia de  Estado que vaya más allá de los gobiernos de turno, porque la capital nortesantandereana, Tibú, Convención, Villa del Rosario, Puerto Santander, Ocaña, El Tarra, San Calixto, entre otros municipios, no soportan más el embate de la inseguridad y la violencia.

Sucesos como el asalto a plena luz del día de una joyería en el corazón de Cúcuta, la aparición de cuatro cadáveres en la zona rural, el asesinato de un candidato a la Alcaldía tibuyana, el imperio del terror implantado por la tenebrosa banda La Línea en la zona de El Escobal, entre otros, marcan la situación de zozobra que se registra en esta región del país.

Entonces, habrá que conformar una mesa interinstitucional para construir las medidas que trasciendan los cuatro años de un mandato y vayan más allá, porque no es solo necesario contar con más y mejor inteligencia policíaca para desvertebrar y golpear al hampa o montar una gran estrategia en donde el crimen sea enfrentado con las últimas tecnologías, sino conseguir altos resultados de parte de las fuerzas encargadas de mantener el orden y garantizar la seguridad.

Los especialistas en esa materia deberán determinar cuáles son los pasos a seguir o si la tarea implica una acción transversal de lucha contra la corrupción, porque la realidad genera muchas dudas al oírse que la gente dice: ‘en tal parte están o viven los ladrones o los asesinos o los narcos’ pero las autoridades casi que ni los encuentran. ¿Mito o ficción?, pero esto debe erradicarse.

Es también lógico que entre las medidas figuren más sitios de reclusión, y al mismo tiempo el análisis que conduzca a determinar el uso o no de otra fuerza, complementaria a la Policía, para esta lucha que lleve a devolver la seguridad en las calles, parques, negocios y residencias de los municipios nortesantandereanos.

De todas formas, hay que hacer algo porque el ciudadano no puede seguir sintiéndose solo y desamparado frente a lo que, a veces se percibe como una batalla en la cual van ganando los criminales.

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