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Editorial
Libres ¿hasta cuándo?
Cualquiera haya sido el camino que siguió la fiebre, quedó clara la fragilidad de la seguridad fronteriza.
Martes, 12 de Diciembre de 2017

Según la comisión científica de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), Colombia es un país libre de aftosa, excepto algunos departamentos, entre esos Norte de Santander.

Controló un brote procedente de Venezuela y aprobó la carta de certificación solicitada por las autoridades sanitarias internacionales.

El anuncio de la declaratoria una excelente noticia para la economía nacional, pero no lo es tanto para la regional, que desde hace meses afronta dificultades serias por falta de mercadeo para la carne tanto en pie como en canal.

Sin embargo, cabe preguntar ¿hasta cuándo se mantendrá esa situación?, pues las causas que motivaron la emergencia que acaba de ser levantada en el país se mantienen con toda la intensidad del contrabando a través de una frontera que nadie vigila ni controla y con todo lo atractivo que resulta de comprar carne a precios de hasta 300 por ciento menos.

El brote que acaba de terminar oficialmente surgió cuando en episodios no muy claros la enfermedad se coló por las trochas entre Colombia y Venezuela, y en un dos por tres llegó hasta hatos en la mitad de Cundinamarca, en el centro del país.

Hubo sugerencias en el sentido de que el mal no había cruzado la frontera, sino que la hicieron cruzar, en momentos de divergencias muy agudas entre el gobierno y el principal gremio ganadero colombiano, por razones de política económica.

Cualquiera haya sido el camino que siguió la fiebre, quedó clara la fragilidad de la seguridad fronteriza, que permite pasar todo lo que se quiera, sin otro problema que echarse al cauce del río Táchira, de ordinario con flujo de agua en mínimos.

Medidas preventivas como un famoso y nunca bien explicado ni aplicado tapete sanitario instalado sobre el puente Simón Bolívar, que impedía que los inmigrantes se convirtieran en factores de transmisión de la fiebre, jamás operaron a cabalidad.

Las restricciones surgidas de esa especie de cuarentena a que fueron sometidos los hatos nortesantandereanos quedan abolidas, para bien de la economía regional, en declive constante por razones de la inmovilización forzosa de las reses.

Unos 15 mil animales no podían ni ser sacrificados ni vendidos mientras no se levantara el rótulo de la aftosa. Por razón del brote, el kilo de ganado en pie se estaba comercializando a 3.500 pesos, mientras solamente dos frigoríficos, Friogán y Villa del Rosario, trabajaban. Lo hacían al 5 por ciento de su capacidad.

Pero, el verdadero problema, el paso ilegal y permanente de cientos de miles de kilos de carne, en su mayoría en mal estado, por las deplorables condiciones de salubridad en que la manejan, se mantiene con todo vigor, sin que a las autoridades de control les preocupe lo más mínimo. 

Ahora, que el país está libre de este mal, es muy probable que el comercio lse reactive, pero de todas maneras nunca será mejor que el ilegal, hablando en términos de utilidad para quien la trae y la vende.

A este negocio ilegal están vinculadas poderosas mafias que, en apariencia, no se detienen ante nada para obtener sus beneficios. Pero es solo apariencia: no puede ser que una organización criminal sea más eficaz y eficiente que el propio Estado.

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