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Editorial
Los deja el tren
Les sería de valor a los jefes del Eln pensar en un futuro casi seguro y muy cercano.
Domingo, 26 de Junio de 2016

Ya van cinco días desde cuando el gobierno y las Farc acordaron silenciar las armas y terminar la guerra, y el Ejército de Liberación Nacional (Eln), con su modo de ser y de actuar espasmódico y contradictorio, guarda silencio profundo.

Y no es para menos: sus radicales jefes deben estar dedicados a sopesar la conveniencia de dialogar con el Gobierno, como es la propuesta que dejaron sobre la mesa, o de copar los espacios políticos y militares que están dejando las Farc.

Hasta ahora, salvo declaraciones que quedan en el aire, el Eln no ha dado muestras inequívocas de querer un diálogo en busca de un acuerdo de paz, y no hay nada que señale que ahora sí recorrerán el trecho que hay del dicho al hecho.

Más el radicalismo y la intransigencia de algunos comandantes, antes que la eventual rigidez de su pensamiento político han marcado al Eln de tal manera que parece no pretender presente y futuro diferentes de la guerra de guerrillas.

La guerra, y todo lo que de ella se deriva: el secuestro extorsivo, la minería ilegal, el narcotráfico, la destrucción de la infraestructura petrolera que no cede ni a la extorsión ni al chantaje… pero, de una manera particular, el secuestro.

El extremismo que trasluce esta guerrilla es resultado de su política del dejar hacer con que maneja sus frentes de guerra. El Frente Domingo Laín, por ejemplo, el más radical de todos es, según analistas, “literalmente inmanejable”.

De hecho, el jefe de ese grupo, Gustavo Aníbal ‘Pablito’ Giraldo Quinchía, es en Arauca, Boyacá y zona limítrofe de Venezuela, un factor de miedo. Es tanto su poder que obligó al Eln a otorgarle un sitio en el Comando Central (Coce).

Fundador de la guerrilla (él y el refugiado en Cuba Fabio Vásquez Castaño son los únicos vivos de entonces), Nicolás Rodríguez Bautista oscila y duda entre el diálogo y la continuación de la guerra, opción ganadora por ahora en una guerrilla que, como todas, es un anacronismo que el 4 de julio cumple 52 años.

Pero, en el fondo, Bautista y los demás líderes saben que este momento es clave para subir al tren que parte en busca de la paz. Quedarse de él es un error que quizás no tengan tiempo de rectificar, cuando todo el poder de la fuerza del Estado caiga sobre sus campamentos y menguados combatientes.

Ninguna oportunidad más propicia que esta, para permitirle a Colombia el futuro halagador que le están negando a punta de metralla. Que el Eln tenga presencia en 99 municipios de 7 departamentos no es, ni de lejos, parecido a lo que representaban las Farc. A menos que la obcecación de sus dirigentes les haga ver otra realidad.

Les sería de valor a los jefes de esta organización pensar en un futuro casi seguro y muy cercano: su actividad sin el apoyo del gobierno Venezolano que, de seguir las cosas como van allá, se podría convertir en un enemigo igualmente poderoso.

Y para nadie es tranquilizante saber que se tiene que sobrevivir bajo dos fuegos, como muy probablemente será dentro de algunos meses.

 

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