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Editorial
Mala imagen
Se debe hacer un esfuerzo entre el gobierno y la sociedad civil para demostrar que aún en medio del conflicto hay zonas que se pueden visitar y que hay más gente que le apuesta a la paz y a hacer de Colombia un país mejor.
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Lunes, 4 de Marzo de 2024

Primero, una organización de la sociedad civil mexicana nos incluyó en la lista de las 50 ciudades más violentas del mundo. Luego, Canadá y después Estados Unidos pusieron a Norte de Santander dentro de la lista de alertas a sus ciudadanos para que no nos visiten por razones de inseguridad.

Es decir, Norteamérica nos ha puesto en un escalafón de riesgo que debe preocuparnos porque volvemos a registrar una mancha en nuestra imagen, por efecto directo de la violencia en sus distintas manifestaciones.

Hará falta algo mucho más contundente que pregonar a los cuatro vientos el eslogan: ‘Colombia, el país de la belleza’, para que ni el departamento y otras partes del país sigan teniendo esos estigmas que van provocando efectos adversos.

El solo hecho de que una potencia como los EE. UU. o un país como Canadá nos descalifiquen, tiene que mover a la región a jugar un papel de más protagonismo. Por ejemplo, contactar a los embajadores y hacerles ver que dentro de todo ese caldo de cultivo de la violencia también se encuentran bandas transnacionales del crimen que inciden en la zona por su localización fronteriza, cuyo combate requeriría apoyo tecnológico, judicial y de inteligencia.

También invitarlos para que, así como lo hace el empresario y filántropo estadounidense Howard Buffett, que está apoyando al desarrollo del Catatumbo, esa clase de opciones se multipliquen para ayudar a superar los factores de desigualdad y pobreza extrema.

Resultaría interesante que los 40 alcaldes y el gobernador le escribieran o pidieran una cita con el presidente Gustavo Petro para decirle que su gobierno debe hacer mucho más para contener y disminuir la inseguridad, en un país y una región que necesitan tanto del turismo y de la inversión para poder conjurar parte de sus problemas históricos.

Incluso, como lo afirman expertos, se debe hacer un esfuerzo entre el gobierno y la sociedad civil para demostrar que aún en medio del conflicto hay zonas que se pueden visitar y que hay más gente que le apuesta a la paz y a hacer de Colombia un país mejor.

Sin embargo, la verdad es que la dimensión del desbordado crecimiento de este mal se advierte en el último índice del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México que situó a ocho ciudades colombianas entre las 50 más violentas del mundo, el año pasado. Esa es la peor marca obtenida desde cuando se hace dicha medición.

Y que Cúcuta y el área metropolitana sigan apareciendo, es la recurrente notificación sobre la urgencia de combinar esfuerzos nacionales, locales y binacionales para una política pública de seguridad y, a su vez, planificar la inversión en obras y en apertura de empresas, con el concurso de todos los ciudadanos.

Lo que está pasando tiene que llevarnos a trabajar unidos por la región, rodeando a las Fuerzas Militares, apoyando a los inversionistas, insistiendo en la continuación de unos procesos de paz sin debilitar el Estado, respaldando la educación como base para cerrar brechas y generar oportunidades de desarrollo humano, social y económico. 


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