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Editorial
Mata, que Dios perdona
El problema está en que las penas, aunque sean drásticas, conllevan muchos beneficios para los presos.
Miércoles, 9 de Enero de 2019

Medio país está indignado, y el otro medio ríe con sarcasmo por el trato que les otorgan los jueces a los reos de los más grandes casos de corrupción o a algunos autores de crímenes espeluznantes: con tres o cuatro años en prisión, pueden irse a su casa a hacer lo que mejor les parezca, sin mayores contratiempos.

En el caso de los corruptos como Guido Nule o Emilio Tapia, o del homicida coronel Joaquín Aldana, los colombianos en general no encuentran razones que les permitan entender por qué estas personas tardaron más tiempo en entrar a la cárcel que en salir de ella, pese a que la Justicia les cayó supuestamente con todo el poder.

Desde luego, pese a algunas voces aisladas que piensan que el remedio para acabar con el delito es la cárcel durante toda una vida, los colombianos no esperan que a los corruptos la Justicia lo someta a tratos inhumanos o a múltiples cadenas perpetuas, pero sí que paguen adecuadamente por lo que hicieron. Y que al menos devuelvan lo que se robaron…

En el caso de Nule y Tapia esto último no ha ocurrido, y muy probablemente no ocurrirá jamás, y con menores posibilidades si ya están fuera de la cárcel y, por lo mismo, sin presiones del Estado. Aunque Tapia está con su hogar como prisión, nada le impide darse lujos que el común de los mortales no puede.

Lo que ha ocurrido con estos reos es algo realmente inquietante: a la sociedad se le envió un mensaje doble, desalentador, por una parte, para quienes confían en la autoridad del Estado, y estimulante, por otra, para quienes lo entenderán como lo dice aquella canción cubana de ‘mata, que Dios perdona’.

Cualquiera está llamado a pensar en que si la pena que está llamada a pagar por robar dinero público es como la de estos personajes, pues lo mejor es llevarse lo que se encuentre cerca: total, tres o cuatro años pasan rápido, y más si se puede pagar con lo robado por beneficios en la celda, y al final, queda el resto de la vida y la totalidad del dinero para pasarla bien.

El caso del coronel Aldana es literalmente el de la canción: mató y descuartizó a su mujer, y nueve años después los jueces le dieron permiso para viajar a Ibagué a pasar las festividades decembrinas y regresar a La Picota, como si nada…

El problema está en que las penas, aunque sean drásticas, conllevan muchos beneficios para los presos, como descuentos en tiempo si estudian o si trabajan en el tiempo de la pena y si observan buena conducta, que debe certificar el director del penal, certificado que de ordinario no es negado. Con dinero, mejor, con mucho dinero fácil, todos los caminos son suaves…

En actitud más política que jurídica, una especie de himno a la bandera, la Procuraduría General de la Nación anunció apelación a la libertad de Nule, pero la verdad, hay duda de que logre algo con ello. Ya el daño está hecho.

Hoy, todos los corruptos de este país están dispuestos a hacer todo lo que les pasó por la cabeza en relación con los recursos del Estado: su globo de ensayo, este sainete de los Nule y los Tapias resultó como lo esperaban, un aguacerito de los que llaman espantabobos…

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