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Editorial
Muerte del verde
El hecho es que durante 2016, en el mundo fueron asesinados 200 ambientalistas.
Jueves, 13 de Julio de 2017

No son activistas de los partidos políticos tradicionales. Quizás, ni siquiera simpatizan con ellos. Pero su militancia puede llegar a ser tan o más peligrosa que la de aquellos. Al fin y al cabo, su acción toca siempre con algunos de los intereses más poderosos del planeta…

La referencia es a los defensores del medioambiente, desde hace largo tiempo blanco de asesinos a sueldo pagados por interesados en minería ilegal o en zonas estratégicas o en el agua como negocio, o en las especies animales y vegetales, con las que surten un comercio clandestino considerado el quinto negocio ilegal más rentable en el mundo.

El hecho es que durante 2016, en el mundo fueron asesinados 200 ambientalistas; lo más grave para Colombia es que 37 de ellos cayeron en este país, que ocupa el segundo lugar en el mundo en peligro para los defensores del medioambiente, después de Brasil, donde asesinaron a 49. Incluyendo a Honduras, Latinoamérica registró 60 por ciento de los casos.

Una realidad que inquieta tiene que ver con la pasividad de la sociedad en cuanto a la protección que necesitan los ambientalistas. Su invaluable trabajo, casi siempre silencioso y restringido a ciertos círculos, no se compagina con la importancia vital de sus actividades ni merece la publicidad que debería tener la defensa de la vida.

Porque los ambientalistas no defienden la naturaleza sino la vida misma. Y lo hacen con su propia vida, que al parecer poco les importa a los demás ciudadanos y a los gobiernos.

Según la organización internacional Global Witness, los 200 crímenes de 2016 ‘son la cifra más escalofriante hasta ahora’, y, de acuerdo con Billy Kyte, uno de los autores del informe, en lo que va de 2017 ‘ya se cuentan más asesinatos que los registrados el año pasado en Colombia para este mismo semestre’.

Los augurios, sin embargo, son aún más preocupantes y nefastos: según Kyte, ‘lo más seguro es que se siga registrando un aumento significativo (de los asesinatos) durante los próximos años, más cuando el Gobierno insiste en traer inversión extranjera’.

Una pista de lo que sucede con los ambientalistas señala hacia allá, hacia el capital, hacia las poderosas multinacionales de toda índole, pero, concretamente, con las que buscan que la naturaleza sea su fuente de riqueza, al precio que sea, incluidas unas cuantas vidas…

Según el estudio de Global Witness, 33 de los 200 ambientalistas asesinados el año pasado en el mundo (realmente, solo en 24 países), lo fueron en relación con explotaciones petrolíferas y mineras contra las que ellos luchaban casi en solitario, porque estas personas casi nunca encuentran el apoyo necesario para tener garantizada su seguridad.

Explotaciones forestales (23) agroindustria (23), caza furtiva (18) y agua y represas son los campos económicos que completan el cuadro estadístico de los asesinados solo por pretender que el planeta sea el que merecen las generaciones futuras, y no la cloaca en la que estamos sobreviviendo en el siglo 21.

Ojalá el gobierno se interese más por esta situación, ahora que la entrada del gran capital extranjero parece incontenible, y establezca mecanismos de defensa de la integridad de los ambientalistas, así como los tiene vigentes para garantizarles la vida a personas que, en realidad, no corren riesgo alguno.

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