La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Editorial
Niños al rescate
Apoyados por sus maestros, los niños están tratando de devolverle la vida a una fuente de agua que los adultos matamos.
Viernes, 27 de Abril de 2018

Todos los adultos de Cúcuta, unos más que otros —todas las autoridades entre los primeros— deberíamos sentirnos muy avergonzados ante la decisión de los niños del colegio El Rodeo, de resucitar, con su esfuerzo y sus pocos recursos, el cadáver putrefacto de la que alguna vez fue la quebrada La Tonchalera.

Será una tarea épica, como todas las que se proponen los niños, pero dudas no quedan de que materializarán su sueño de conocer la transparencia perdida del agua, y de garantizar su conservación.

Apoyados por sus maestros, los niños están tratando de devolverle la vida a una fuente de agua que los adultos matamos por acción y por omisión, amparados en la actitud negligente de todas las autoridades del Estado, comenzando por las que bajo juramento se obligaron a cuidar lo poco que sobrevive del medioambiente, y que no cuidaron.

La quebrada se puede apreciar muy fácilmente desde el aire en el lugar en donde desemboca al río Zulia, bajo el puente Mariano Ospina Pérez: es una cinta negra que cuando llega le cambia el color al resto del agua. 

Allí, el olor es nauseabundo, insoportable.

Hace dos días, los niños le informaron a Cúcuta de su acción benéfica en favor de la quebrada y de ellos mismos. Hablaron de cada paso que dieron dentro de las aguas negras de La Tonchalera, de las muestras que tomaron, y de todo lo que contienen: hay presencia hasta de 1.400 colonias de bacterias coliformes por mililitro. El agua es potable cuando las colonias de coliformes son cero.

Y es obvio: desde Durania, donde nace, hasta El Carmen de Tonchalá, la quebrada se mantiene en condiciones más o menos normales. Pero, a partir del corregimiento, recibe contaminantes que van desde materia fecal hasta agentes químicos, desperdicios, residuos mineros y todo lo desechable del trayecto.

En tiempos de lluvias, los niños han visto bajar muebles por la quebrada.

Un detalle aterrador es que la quebrada se convirtió en la cloaca que es hoy en solo cuatro o cinco años, en coincidencia con el establecimiento de muchos barrios populares, formales o no, en los últimos tramos de su recorrido.

El colegio El Rodeo está, precisamente, junto a la quebrada, y fue el hedor del medio día el que motivó a los niños y a sus maestros a investigar el origen y a descubrir que todo se debe a la acción de los adultos, sus padres incluidos…

En su inspección, preocupados por las especies animales y vegetales que sufren el impacto directo de las aguas contaminadas, decidieron trabajar con todo el rigor de los científicos. Gracias a ello descubrieron dos especies de aves de las que no existía registro. Ahora lo hay.

Estos niños y estos maestros merecen todos los reconocimientos posibles, de una comunidad insensible que no ha sabido responder al compromiso de cuidar lo que recibió de herencia medioambiental, mucho menos de mejorarlo.

Por eso, a los chicos les toca el duro papel de corregir todo lo que los padres han hecho mal, y educarlos con el ejemplo.

Muy bien por ellos, por sus maestros, por su colegio.

 

Temas del Día