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Editorial
¡Nos asfixiamos!
Así como estamos luchando contra el coronavirus, declaremos que Cúcuta dará la pelea para que la vida y la naturaleza no se extingan.
Martes, 31 de Marzo de 2020

Con los pies en la tierra y sin efectos sicológicos adversos por el confinamiento obligatorio, debemos decir que Cúcuta  pareciera estar cruzando por aquellos tiempos de las siete plagas.

Como si ya no fuera extremadamente peligrosa la amenaza del coronavirus, en los últimos días en la ciudad y el área metropolitana se respira un aire excesivamente pesado que nos asfixia, sintiéndose los habitantes en el peor de los estados de indefensión nunca antes vistos.

Razón tienen quienes por las redes sociales han hecho tendencia la etiqueta “#SosCúcutaSeAsfixia”, porque no puede ser posible que cuando un millón de personas creía que las brisas del Pamplonita iban a correr límpidas y sin elementos peligrosos para la  salud, se encuentren atrapadas por una nube tóxica. 

Es tan dramático lo sucedido, que para algunos se asemeja a estar dentro de una de las aventuras de la película Jumanji, razón por la cual la ciudadanía en medio de la cuarentena levanta su voz desde sus casas para que las autoridades medioambientales digan qué es lo que realmente está sucediendo y se adopten las medidas de rigor.

Es que nadie se explica cómo desde una semana estamos expuesto a una desbordada contaminación ambiental si gran parte del parque automotor que ordinariamente circula en esta parte del país encuentra parado en razón del confinamiento sanitario obligatorio.

Estar en casa, estresados por una situación nunca antes vivida en un aislamiento severo por una pandemia  como la desatada por la COVID-19, conlleva a que se piense lo peor, luego es razonable la inquietud de los habitantes de  Cúcuta, Los Patios, Villa del Rosario, Puerto Santander, El Zulia y San Cayetano y entendible su exigencia a quienes consideran sus representantes.

Se ha dicho que buena parte de la situación es ocasionada por la quema de un gran botadero de basura a cielo abierto situado del lado venezolano de la frontera, en Ureña, pasando a convertirse en un asunto de índole binacional, donde debe primar la salud de millones de personas, antes que los problemas de política  internacional, al no haber relaciones entre Colombia y Venezuela.

Como se expuso en la ‘twiteratón’ de que  en Cúcuta merecemos respirar aire y no humo, es  de extremada urgencia que se hagan los contactos entre las autoridades locales de Norte de Santander y Táchira para contener ese nuevo riesgo que finalmente pudiera llegar a favorecer la propagación de la pandemia.

Este es un reclamo despojado de  cualquier interés, porque todos hemos  captado como se ha vuelto difícil respirar -¿será que ahora tendremos que llevar máscaras y tanques de oxígeno?- y que al  levantar la mirada hacia el cielo se advierte una espesa nube gris que pareciera bruma, pero no, es una huella contaminante.

Aquí la acción debe ser inmediata, porque tener un ambiente enrarecido que exacerbe las enfermedades respiratorias  y pulmonares lo que podría degenerar es en situaciones más graves y delicadas. Así como estamos luchando esta batalla sanitaria contra el coronavirus, aprovechemos para hacer un acto de contrición y ante el denso humo que nos cierra la respiración y nos opaca la visión, declaremos que Cúcuta es desde ahora un municipio que  dará la pelea por  la  conservación y preservación del medio ambiente, para que la vida y la naturaleza no se extingan.

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