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Editorial
¿Oro o agua?
La región espera que sus legisladores de verdad se comporten como mosqueteros en defensa del páramo.
Martes, 8 de Septiembre de 2020

La especie de limbo en que se encuentra el páramo de Santurbán empezó a mostrar sus riesgos evidentes para la  estabilidad misma de este ecosistema, como acaba de suceder en Mutiscua, vereda La Plata, donde estaba en marcha una carretera particular, que fue detenida y el autor de la misma llamado a responder, puesto que allá priman el agua, la naturaleza y la vida sobre los intereses depredadores.

Viene al recuerdo la reunión para el nacimiento del Gran Santander en el páramo de Berlín, con el propósito de conminar a las bancadas de Norte de Santander y en Santander en el Congreso de la República, para que se encargaran de los asuntos de la delimitación para protegerlo e impedir la explotación aurífera  por el riesgo que conlleva para más de dos millones de personas.

Desde Bucaramanga, por  ejemplo, acaba de escucharse la voz del alcalde Juan Carlos Cárdenas que clamó  porque Minesa no se salga con la suya para llevarse el oro y dejar el agua inservible, porque también se corre el siguiente riesgo: “Yo creo que este es un momento histórico, Colombia tiene un ecosistema de páramos que es el 50% de páramos en el mundo y apenas toquen Santurbán van a tocar a todos”.

Eso que dijo el gobernante de la vecina capital guarda una connotación de impredecibles consecuencias de degradación para el medio ambiente, de riesgo para la supervivencia humana y de aparición de más y peligrosas enfermedades, que debe llevar a los diez congresistas nortesantandereanos a dar la pelea por nuestro Santurbán.

Dos aspectos deben resonar para ellos con el fin de que desde sus curules y gestiones den esa batalla inmediata: Un 73% de Santurbán  se localiza en Norte de Santander y el 27% restante en Santander.  Y los habitantes de Cúcuta, El Zulia, Ábrego, Ocaña, Arboledas, Cáchira, Cácota, Chitagá, Cucutilla, La Esperanza, Labateca, Mutiscua, Pamplona, Pamplonita, Salazar, Silos, Villa Caro, California, Charta, Suratá, Tona, Vetas y el área metropolitana de Bucaramanga, toman el agua que nace allá.

Esos factores de cercanía con esa tierra paramuna y la cantidad de localidades y de personas que sufrirán porque sí hay una conexión entre las aguas afectadas por el proyecto minero que busca el visto bueno estatal y las que abastecen a los acueductos, hacen ver que sustraerse, mirar para otro lado o irse en favor del oro, no parece ser la mejor decisión, a la luz de los acontecimientos.

Y si los legisladores de ambos santanderes -como pioneros en la defensa de Santurbán- no se la juegan como debe ser, tienen el riesgo de pasar a la historia como aquellos que al dejar que todo ocurriera como si nada importara,  le abrieron de par en par la puerta a la megaminería en los páramos colombianos.

Lejos de la cuestionada y rebatida teoría de que el extractivismo con las regalías trae desarrollo, y también despojados de sus colores partidistas, la región espera que sus legisladores de verdad se comporten como mosqueteros que defienden un ideal común como es la defensa del páramo y se pongan del lado de las organizaciones  ambientalistas, así como de las gobernaciones de ambos departamentos que tienen “un acuerdo de voluntades para la protección de los páramos Santurbán y Almorzadero”.

¿Oro o agua?, he ahí la disyuntiva. El oro ni siquiera es para nosotros, eso se lo llevarán y dejarán unas regalías; el agua sí se quedará en la región por muchos, muchos años.

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