No es justo para Cúcuta otro paro de taxistas con doce puntos de bloqueo que propinarán un fuerte golpe a la economía y el empleo regional que han intentado por todas las formas comenzar a obtener oxígeno para despegar en medio de la crisis mundial y nacional.

Este tipo de acciones de fuerza nada bueno traen para la ciudad  y en cambio acarrearán que se siga abriendo la brecha entre una ciudadanía que cada vez está más molesta y cansada con un gremio que en lugar de mejorar la prestación del servicio, no abusar de las tarifas y ser consciente de la complicada realidad de la ciudad, anda en contravía de los usuarios.

8.545 taxis es el número de vehículos de esa naturaleza que circulan en la capital de Norte de Santander, producto del manejo corrupto y politiquero que se venía haciendo de los cupos.

Se quejan de las tarifas. Reclaman mayores controles. El Grupo Elite hace operativos y tampoco les  gusta. Muchos no usan el taxímetro. Cobran lo que quieren, pero usted solicita una carrera y ellos le contestan: por allá no voy. ¿Entonces?

Se advierte una pelea cazada entre los taxistas y la secretaría de Tránsito Municipal, cuyo titular, Mayid Gene, sigue apareciendo como punto principal del petitorio, con el reclamo de que sea removido del cargo.

Ese es un pulso en el que se advierte que ellos quisieran apuntarse una especie de ‘triunfo’ en la eventualidad de que el funcionario se vaya de esa institución. ¿Con una salida se habrá mejorado todo como arte de magia en Tránsito Municipal? O es solo un capricho de una organización que quisiera después salir a mostrarse al público como feliz ganadora en su confrontación con la administración municipal.

Además, el movimiento puede estar viciado de legitimidad porque Carlos Bastos, el presidente del sindicato que llamó a este bloqueo  y paralización, admitió en la noticia que fue publicada ayer por La Opinión, que está dispuesto a presentarse como candidato al Concejo en las elecciones de octubre de este  año.

Entonces, si la de hoy es una especie de lanzamiento de campaña de la aspiración a ese cargo de elección popular, la ciudadanía no tiene por qué padecer para poder desarrollar sus actividades laborales y educativas ordinarias.

Hay otro punto del pliego que nada tiene que ver con lo que pueda  decidirse en el ámbito local, como es el de los taxistas venezolanos que están entrando a Cúcuta, porque la regulación que se haría al transporte interfronterizo apenas comenzará a operar desde el primero de febrero, pues  la flexibilidad para todos rige hasta el 31  de enero.

Hay que tener más sensatez. La ‘paradera’ no es la solución. ¿Qué culpa tiene el niño o la niña que van a clase? ¿Qué culpa tiene el paciente que va en la ambulancia? ¿Qué culpa tienen los trabajadores que van en la buseta? ¿Qué culpa tienen los comerciantes del centro? ¿Qué culpa tienen los empresarios?

Al final del día el balance terminará siendo agrio. La mancha amarilla anotará en su cuenta otro movimiento, mientras el padre de familia que iba al trabajo y el joven que se dirigía a la universidad contarán por ahí que gracias al paro tuvieron que caminar varias horas, no pudieron ir a almorzar porque para eso no les alcanzó y que en la noche, cuando fueron a buscar buseta, los taxistas les pitaban para ver si necesitaban una carrera.

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