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Editorial
¿Peor el remedio?
Cerrar los pasos fronterizos. ¿Cerrarlos? ¿Esa será la solución? ¿No podría equivaler al empeoramiento de la crisis humanitaria?
Viernes, 16 de Agosto de 2019

La frontera se ha convertido en una región en la que sobresalen la hermandad y la solidaridad, factor este último en el que Colombia le ha mostrado al mundo que le sobra en cuanto a la atención y recibimiento de los inmigrantes venezolanos. Pero frontera también es sinónimo de problemas sociales y de inseguridad, como los que se ven a diario en la zona.

En medio de este histórico y nunca visto éxodo desde la vecina Venezuela, surgen inquietudes, planteamientos y sugerencias como la que acaba de plantear el expresidente de la Cámara de Representantes, Alejandro Carlos Chacón, de cerrar los pasos fronterizos. ¿Cerrarlos? ¿Esa será la solución? ¿No podría equivaler al empeoramiento de la crisis humanitaria?

La masa seguirá llegando como sea y por donde sea, es decir, por las trochas y pagándoles a los miembros de las bandas criminales que las controlan, la ‘vacuna’ para poder cruzar, luego el remedio podría resultar peor que la enfermedad, puesto que así tampoco podría aplicarse ningún control, por mínimo que sea, sobre las personas que se mueven por aquí.

Además, se llegarían a ocasionar efectos contra la economía local y el empleo, en el frente de los supermercados y los almacenes de cadena, que atienden la demanda insatisfecha de los venezolanos que arriban a la ciudad a hacer compras, para lo cual se indica por parte de Fenalco que se han hecho nuevas contrataciones de personal. 

Luego entonces, aprovechando esta discusión, más bien lo que se debe hacer es un frente común entre el sector privado, las autoridades locales y departamentales, los congresistas y la sociedad civil para que se produzcan unos planes consolidados por parte del Gobierno Nacional en los frentes más sensiblemente afectados por la oleada migratoria, como son el de la salud, la seguridad y el empleo en las áreas fronterizas con el alicaído vecino país petrolero.

Que, por ejemplo, se adopte un programa de choque en el frente de la salud, para que la red de salud pública incluido el Hospital Erasmo Meoz, tengan garantizados los recursos económicos para atender a las dos poblaciones que ahora lo buscan para la búsqueda de atención médica: los inmigrantes y los cucuteños y nortesantandereanos. 

Pero aquí, hablando en términos de atención, no valdrían ‘pañitos de agua tibia’ sino decisiones que lleven, por ejemplo, pagar sin más tardanzas la millonaria deuda pendiente y reclamarles a los organismos internacionales la inyección de dineros para los centros hospitalarios fronterizos, con el fin de que puedan operar adecuadamente. 

Aquí es indispensable insistirle al mundo, que llegó el tiempo de pasar de los discursos, aplausos y abrazos a la concreción de unos aportes financieros suficientes para que Colombia siga atendiendo a la creciente inmigración venezolana, pero sin desestabilizar los servicios que por ley les corresponden ser prestados a los colombianos de nacimiento.

Y en dos frentes que son igualmente esenciales, el social y el de la inseguridad, es igualmente recomendable que haya una política suficientemente fuerte y con músculo financiero para enfrentar la miseria, la pobreza, el desempleo y la informalidad local, que quedaron como invisibles, pero que siguen ahí, creciendo y provocando graves daños a la población vulnerable cucuteña y nortesantandereana.

A esta complicada encrucijada hay que ponerle creatividad y equidad, para evitar que en las calles y en los barrios se produzcan y alienten hechos con tinte xenofóbico, porque hay que ser sinceros, la crisis migratoria se convirtió en un muro que tapó nuestra propia y delicada crisis social que no ha sido solucionada y que no puede dejarse ahí, por el riesgo que implica. 

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