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Editorial
Por una prensa libre
Preocupante que el hombre más poderoso del mundo aún no haya entendido que son los periodistas quienes tienen que someter a escrutinio al poder. 
Viernes, 17 de Agosto de 2018

En 1787,  el año en que la Constitución de Estados Unidos fue aprobada, es ampliamente conocido que Thomas Jefferson le escribió a un amigo: “Si tuviera que decidir si debemos tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría en preferir lo segundo”.

De cualquier modo, así es como él se sentía antes de convertirse en presidente. Veinte años después, tras enfrentarse a la supervisión de la prensa desde el interior de la Casa Blanca, se mostraba menos seguro de su valor.

“Ahora no se puede creer nada que sea visto en un periódico”, escribió. “La verdad misma se hace sospechosa cuando aparece en ese vehículo contaminado”.

La incomodidad de Jefferson era, y sigue siendo, entendible. Reportar las noticias en una sociedad abierta es una misión entrelazada con el conflicto. Su incomodidad también ilustra la necesidad por el derecho que él ayudó a consagrar. Como los padres fundadores creían con base en su propia experiencia, un público bien informado tiene las mejores herramientas para eliminar la corrupción y, a largo plazo, promover la libertad y la justicia”.

Los párrafos anteriores corresponden a la primer parte de un editorial que ayer –en un hecho sin precedentes en la historia de la prensa en Estados Unidos– 350 diarios de ese país publicaron, para recordar el valor de la prensa libre. 

En este espacio, definen una posición frente al discurso del presidente Donald Trump, quien desde su llegada a la Casa Blanca, ha utilizado su visibilidad, influencia y redes como Twitter para desacreditar el trabajo de investigación y de veeduría que ejerce la prensa. 

Sus ácidos comentarios lo han convertido en un enemigo de los periodistas, a quienes llama “los seres humanos más deshonestos de la tierra”. Con el término de Fake News (noticias falsas) se ha encargado de desacreditar cualquier pieza periodística que cuestione sus actuaciones.  

Esta defensa del ejercicio hecha por los periódicos norteamericanos está lejos de pretender que no existan críticas a su labor. Como bien lo dice el editorial publicado ayer, “criticar a los medios —por darles menos o más importancia a las noticias, por equivocarse en algo— es completamente correcto. Los reporteros y editores son humanos y cometen errores. Sin embargo, insistir en que las verdades que no te gustan son “noticias falsas” es peligroso para el alma de la democracia. Y decir que los periodistas son los “enemigos del pueblo” es peligroso. 

Es preocupante que el hombre más poderoso del mundo aún no haya entendido que  son los periodistas quienes tienen que someter a escrutinio al poder y no al revés. 

Considerar que los periodistas son un obstáculo para gobernar es una premisa peligrosa; cuestionar su  credibilidad y dedicarse a descalificar al mensajero, deslegitimando una labor que enriquece el debate, especialmente en esta era de la posverdad, debe considerarse una  seria amenaza.  

En un tiempo donde la desinformación es utilizada como instrumento para confundir y movilizar masas a favor de ciertas causas, en un tiempo donde un mensaje falso puede llegar en segundos a miles de personas y extenderse como una verdad, los medios serios son una necesidad apremiante. Hoy más que nunca está vigente ese viejo adagio de que los medios son el perro guardián de la democracia. 

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