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Editorial
Provocar y provocar
El análisis del arzobispo insiste, por supuesto, en la necesidad de insistir en los diálogos con el Eln.
Domingo, 21 de Abril de 2019

No es un terrorista, ni siquiera un mamerto, a la manera como en la opinión pública se entienden estos conceptos. La verdad, el arzobispo católico de Cali, Darío de Jesús Monsalve, no está en ninguno de los extremos de la guerrerista política colombiana.

Por esta y otras razones, al prelado se le pueden conceder las credenciales de hombre que sabe bien de qué habla cuando analiza la realidad colombiana de hoy. Por algo, la gran mayoría católica lo tiene a él como uno de sus guías indiscutibles.

Lo que dice Monsalve no es tranquilizador, por lo contrario, deja a Colombia encaramada en lo más inestable de la cuerda floja y sobre el tramo más peligroso y escarpado del abismo: se aproxima una nueva época de polarización, descuidar los diálogos con el Eln puede ser un grave retroceso, y hay una actitud de provocar, provocar y provocar, son tres de los argumentos con los que Monsalve deja al país en la incertidumbre y en la intranquilidad crecientes que ya han causado espanto.

Esas tres ideas deberían ser la alerta temprana que necesita la sociedad para impedir que vuelvan los días cuando quien no pensaba como el poder era tratado como escoria social que había que eliminar a sangre y fuego, y cuando lo importante era solo trabajar, trabajar y trabajar, postulado que debió tener en mente Monsalve para decir que hay actitud provocadora en ciertos sectores políticos privilegiados...

Que lo diga Monsalve, a nombre de la Iglesia católica, debería generar en los colombianos un impacto tal como el sufrido en otras épocas en las que los púlpitos fueron soportes de los Gobiernos más retrógados y recalcitrantes. Sin embargo, hoy no es así, pero eso no significa que Monsalve no tenga la razón.

El análisis del arzobispo insiste, por supuesto, en la necesidad de insistir en los diálogos con el Eln, y salirle al paso a la nueva época de polarización, generada por la actividad proselitista de todos los partidos, con vista a la elección de alcaldes y gobernadores, todo lo cual se traduce en que cada uno absolutiza lo suyo, su idea política, su anhelo de poder y sus objetivos, sin entender que es necesario abrir más espacios de interacción y de diálogo.

Monsalve coincide con opiniones mayoritarias que ponen al proceso de paz en un serio peligro, mientras invita a mantener la esperanza y abierto el corazón a otras posibilidades, ‘que sean mejores que las que tenemos’.

Admitió el prelado que hay realidades de fondo que han llevado a la sociedad a que pierda la confianza en la institucionalidad, en la palabra y en lo acordado, porque ‘no se cumplen los acuerdos, se desprecian los pactos’ y se genera un clima de violencia que comienza a inquietar al mundo, que también empieza a sentir cierta desconfianza con el proceso pacificador colombiano, además de que agudiza todos los factores de violencia.

Ofrece, desde luego, fórmulas de solución, como mantener la coherencia en el carácter pacífico de las protestas, de las movilizaciones, porque a veces la política va dando también un aire agresivo, y ‘pedirle a la gente que está persiguiendo a la Jep, que entienda que el país está llegando a una época en la que hay que confesar la verdad, que la verdad necesita ser identificada para que podamos corregir el pasado, asimilarlo y podamos garantizar la no repetición. Pero, ¿cómo lo vamos a hacer si no tenemos acceso a la verdad?

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