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Editorial
¡Que se vayan todos!
La forma de actuar de la Cámara de Comercio de Cúcuta desdibuja y deja muy mal parada a una organización que se supone debe de estar dedicada a promover el desarrollo regional.
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La opinión
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Lunes, 5 de Abril de 2021

Cúcuta –con graves problemas que van desde el desempleo, hambre, desigualdad, pobreza, inseguridad e informalidad– asiste con sorpresa a otro descolorido espectáculo en la Cámara de Comercio, entidad que la gente creería estaba trabajando para liderar grandes proyectos que saquen a la ciudad de esta crisis. Pero no fue así.

Entonces, que se vayan todos los miembros de la junta directiva, antiguos y nuevos, que no quede ninguno, para que en una especie de ‘revocatoria del mandato’ tampoco puedan volver a aspirar y dejen esos cargos a quienes entiendan que es más importante el reto de generar 4.000 empleos mensuales, que mirar a ver como se atornillan o le ponen zancadilla a los demás.

Causa curiosidad que ni se pusieron colorados estos directivos camerales al observar que al frente del edificio principal y en las sucursales, los micros, pequeños y medianos empresarios y los comerciantes hicieron largas filas para renovar la matrícula mercantil en un esfuerzo por sobrevivir.

Pero en cambio lo que se vio fue el inesperado recorte en el periodo de labores de quien había asumido la presidencia ejecutiva, luego de que el año pasado los cimientos de la institución se estremecieran por los escandalosos sueldos que llevaron a la destitución del entonces presidente ejecutivo que hasta se quedó sin reconocimiento de la Superintendencia de Industria y Comercio.

Esas formas de actuar en una temporada pandémica tan riesgosa para la salud, la economía y el empleo, desdibujan y dejan muy mal parada a una organización que se supone debe de estar dedicada a promover el desarrollo regional y a ser vocera natural del sector privado ante el Gobierno Nacional como gestora de proyectos y programas de beneficio para el empresariado y la comunidad nortesantandereana.

Dedicarse las 24 horas a esa misión sin duda que ayudaría a encontrar fórmulas para salvar de la quiebra al empresariado, revertir dramáticos hechos como que cinco de cada diez personas en Cúcuta se sientan pobres, que en por lo menos el 75% de los hogares alguien haya perdido el empleo en esta coyuntura por el coronavirus y que a cerca del 50% de los cucuteños no les alcance lo que ganan.

Ese cuadro social labrado de esa manera debería de ser motivo suficiente para que los dignatarios de la entidad dieran el necesario paso al costado y permitieran ese fundamental revolcón que se reclama a gritos, puesto que, de no ser así, el descontento crecerá y se hará más fuerte como ya sucedió con el sector de la moda confección, la marroquinería y el calzado que criticaron lo ocurrido.

Por el bien de la Cámara de Comercio –entendiendo que las instituciones están por encima de las personas– lo mejor en este momento es el borrón y cuenta nueva porque la solidez edificada sobre bases alejadas de los personalismos, de los intereses de grupo y de las influencias políticas, es fundamental para recuperar la maltrecha credibilidad.

La historia de la entidad fundada en 1915 no puede echarse por la borda y el rumbo hay que enderezarlo con una tripulación renovada.

Esa crisis que estalló en 2020, y que todavía sigue viva, es urgente conjurarla y extirparla porque la ciudad y la región necesitan de una Cámara de Comercio fuerte e igualmente sólida, y no debilitada y fracturada, puesto que las consecuencias en tiempos tan difíciles como los que corren serían muy lamentables con el riesgo de que la pérdida de confianza ciudadana llegue a un punto de no retorno.

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