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Editorial
Reforma urgente
Macondiano y caricaturesco es el espectáculo que acaba de registrarse en el Hospital Emiro Quintero Cañizares de Ocaña.
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Martes, 26 de Enero de 2021

Definitivamente, una vez se le ponga freno a la pandemia del coronavirus o se lleve a límites tolerables, en medio de una realidad que jamás será igual a la que vivimos hasta marzo de 2020, el sector de la salud tiene que ser sometido a una cambio profundo para erradicar todos los males que hoy lo aquejan.

La repartición de los hospitales entre los políticos de turno que ponen allá sus fichas, así se convoquen y hagan presuntos concursos meritocráticos, es uno de esos asuntos que debe de erradicarse en la era de la pospandemia, porque de lo contrario no habremos aprendido ni entendido nada.

Macondiano y caricaturesco es el espectáculo que acaba de registrarse en el Hospital Emiro Quintero Cañizares de Ocaña, que fue intervenido por la Superintendencia de Salud, por hallazgos de diversa índole y gravedad, convirtiéndose en una novela de lo absurdo con diversos capítulos.

Como en un juego de posiciones, quienes se creían derrotados tomaron un segundo aire y finalmente lograron que el agente interventor del centro asistencial ocañero se fuera y en los cuarteles del congresista que maneja el hospital,  sonó la pólvora y hubo ‘celebración virtual’ para evitar contagios con coronavirus.

Eso no puede ser posible, porque se están enviando mensajes equivocados a la población que en estos tiempos tan peligrosos para la vida humana, ven como la salud está convertida no solo en mercancía sino en un objeto de juego, asunto que finalmente resquebraja la ya de por sí debilitada credibilidad de la institucionalidad.

Los usuarios de ese centro hospitalario merecen respeto y consideración y, por lo tanto, se deben de seguir  adelante con las investigaciones  sobre los graves hechos que en su momento la Supersalud manifestó haber encontrado allí, puesto que es indispensable que se conozcan los resultados de las respectivas acciones penales y disciplinarias requeridas.

Lo ocurrido debe de llevar a que se haga la reforma real y no de maquillaje ni de manipulación a la salud, por ejemplo desmontando la Ley 100 y todas sus normas, y levantando de cero un nuevo régimen de salud en Colombia.

Sobran las cosas malas que solo tienen que mirarse y evaluarse, haciendo lo mejor posible para enderezar el rumbo en un nuevo sistema que no solo debe ser asistencial sino preventivo.

Esa construcción no debe de hacer ni a las carreras ni a las escondidas ni tampoco dejándole las trampas  para que solo se trate de un mero retoque y finalmente todo siga igual, pero con distinto nombre.

El impulso a la investigación, la ciencia y la tecnología tienen que atarse a la salud, porque es indispensable promover el avance científico y la consolidación de los laboratorios para el análisis y control de enfermedades, aprovechando las enseñanzas que nos está dejando el coronavirus.

Pero de lógica que todo lo que se haga no tendrá los frutos esperados si del esquema que se estructure no se eliminan la intermediación, la tercerización y la politiquería, que está probado hasta la saciedad, nada bueno nos han dejado en materia de salud a los colombianos.

Las organizaciones médicas y de profesionales de salud, los voceros de los pacientes, la academia, la ciudadanía, el Congreso de la República y la sociedad en general deben procurar dar un salto, pero no al vacío, sino a una nueva era en ese aspecto vital para todos.

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