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Editorial
Saltando la verja
A la tragedia humanitaria de venezolanos regados por todo el continente hay que buscarle una solución en el foco mismo en que se genera el problema.
Lunes, 6 de Enero de 2020

Venezuela comenzó 2020 con un nuevo espectáculo político producto de la inestabilidad y debilidad institucional, plasmado en fotos que le dieron la vuelta al mundo con dos presidentes parlamentarios, uno tratando de saltar la verja para entrar al Palacio Legislativo y el otro autoproclamándose con un megáfono dentro del hemiciclo.

Esta novela, que parece una historia sin fin, ahora le agregó otro ingrediente a la pugnacidad de oficialistas y opositores, con  un híbrido resultante de esas dos facciones que entró a jugar en el ajedrez del poder, ensombreciendo más el ambiente.

En esta ruptura institucional, como la califican medios internacionales, por  un lado continúa el diputado opositor Juan Guaidó como jefe de la Asamblea Nacional y presidente del país con apoyo internacional, y en la otra orilla aparece el proclamado  titular de la Presidencia parlamentaria, Luis  Parra, que aunque opositor, recibió la bendición del chavismo.

Algo que podría llamarse ‘el sainete venezolano del Siglo XXI’ encaja con lo ocurrido el domingo pasado en el otrora boyante vecino petrolero, que hoy cruza por un desierto sombrado por la crisis económica, social y política que ha llevado a un éxodo masivo. 

Primero, hubo una sesión del congreso unicameral en su sede natural, que al estar rodeada por miembros de la Guardia Nacional, Guaidó intentó infructuosamente entrar saltando una reja hacia el Palacio Legislativo, en el que Parra asumió la Presidencia.

Segundo, en la sede del periódico El Nacional deliberaron otros diputados, que depositaron 100 votos para reelegir a Guaidó como máximo líder de la Asamblea Nacional Legislativa.

Y tercero, los venezolanos amanecieron con los mismos dos presidentes del país (Nicolás Maduro y Juan Guaidó) y con un número igual de máximos dignatarios congresionales, en un hecho sin precedentes en la democracia latinoamericana.

En medio de todo eso sería muy bueno, tanto para  los habitantes de esa Nación como para la  comunidad internacional, que se aclararan los diversos rumores que circulan sobre compras de diputados, con ofrecimientos de pagos en moneda extranjera, como maniobras del chavismo para terminar de hundir a la oposición, y de que en la ratificación de Guaidó participaron diputados inhabilitados.

Esta incertidumbre  debe llegar a su fin. Es indispensable que Colombia, Estados Unidos, el Grupo de Lima, Rusia, Cuba y demás miembros de la comunidad internacional contemplen y definan una estrategia que conduzca al restablecimiento del hilo democrático en la hermana república, puesto que la persistencia del actual estado de cosas también repercute negativamente en la región.

A la tragedia humanitaria de venezolanos regados por todo el continente hay que buscarle una solución en el foco mismo en que se genera el problema, para lo cual no sería descabellado ni claudicante sentar a las partes con la intervención de naciones garantes en una misión que conduzca a acuerdos serios y realizables entre las fuerzas políticas en contienda.

Como se ve, la salida tiene que pasar por un acuerdo entre los venezolanos para los venezolanos sin la intervención extranjera, pero sí con árbitros o países garantistas que faciliten las salidas que se necesitan, pero sin dilaciones, traiciones o consejas.

Venezuela, como nuestro hermano, merece lo mejor y en eso es urgente bajarle a la pugnacidad, a los intereses de grupo y a las actitudes intransigentes, en una acción donde el bien de la patria y de los semejantes sea el derrotero a seguir, porque de lo contrario seguirá por el camino que trae en los últimos años, cuyas consecuencias ya conocidas empeorarán cada vez más. 

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