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Editorial
Tierra de promisión
Cn su actual liderazgo y el apoyo oficial, dentro de pocos años el Catatumbo será, entonces sí, la tierra prometida.
Viernes, 7 de Julio de 2017

No ha sido prometida a nadie. Al contrario, la del Catatumbo ha sido siempre tierra de disputa en la que el despojo se ha ensañado de manera inmisericorde, y en contra de los pobres que, además, son los desprotegidos, los humillados y ofendidos, los desahuciados...

Es toda tierra de promisión, muy fértil y abundante, pero quizás sean esas las razones por las cuales allí todo se riega con sangre y con dolor abonados con la codicia y el abuso de quienes se han hecho poderosos por la abominable fuerza de las armas y el delito.

Pero, parece, el Estado ha decidido intervenir en esa gran zona, foco sobreviviente de todas las violencias y de todas las guerras, y de todas las injusticias de las que son capaces la sociedad colombiana y sus líderes sociales, políticos y económicos. Y, claro, de su Estado.

El proyecto Catatumbo: región de oportunidades y desarrollo territorial, surgido de un hasta hace poco inimaginable acuerdo de voluntades entre el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac), la Asociación de Municipios del Catatumbo, Provincia de Ocaña y Sur del Cesar (Asomunicipios), la Universidad Francisco de Paula Santander (Ufps) y Colombia Transforma, puede ser, ahora sí, el comienzo de la redención y de un futuro de esperanza.

Luego de un estudio de suelos, ya se sabe que al menos 72 por ciento del territorio debe tener prioridad forestal y de conservación, y que el resto, productivo, puede dedicarse a actividades agrícolas, agroforestales y ganaderas. Es decir, como hasta hoy, pero poniendo el énfasis en hacer más eficientes las tierras.

Así, no será posible insistir en los proyectos ganaderos en los que, se destina, por ejemplo, una hectárea a 1,2 animales, en una muestra de ineficiencia que causa malestar, pues, casi con las uñas, un agricultor de cualquier pueblo de la región logra tres cosechas por año en su chacra de una hectárea.

Desde luego, para hacer más eficientes las tierras, se necesita de todo el respaldo del Estado, el mismo que ha faltado siempre, razón por la cual cualquiera, con unas armas, hace de la región su territorio y asume funciones de gobierno, en abierta competencia con otros, que hacen lo mismo: adueñarse de bienes y vidas y someter a sangre y fuego a los demás.

Claro que la falta de vías, de acueductos, de hospitales, en fin, de lo más elemental en materia de infraestructura y de servicios, y seguridad, mucha seguridad, ha contribuido al atraso abismal que tiene esta zona nortesantandereana frente al resto del país.

Por fortuna, el Catatumbo tiene a Asomunicipios, un organismo en el que participan todos los alcaldes, que lidera todo el proceso de la región para llegar al futuro que, en este caso, significa disponer de infraestructura básica, que no tiene, y dinero, del que se carece, porque si algo no se produce en esos municipios es recursos para el fisco... ¿de dónde?

Pero que no quede duda de que, con su actual liderazgo y el apoyo oficial, dentro de pocos años el Catatumbo será, entonces sí, la tierra prometida.

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