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Editorial
Transporte urbano
Se reclama con urgencia cerrarle la puerta a la llegada de busetas viejas que ya cumplieron su vida útil en otras regiones.
Jueves, 23 de Enero de 2020

Trancones, contaminación y desorden registra Cúcuta, día tras días, desde hace muchos años como consecuencia de la desorganización que impera en el transporte urbano de buses y busetas que cubren rutas en la ciudad y la zona metropolitana, con severo impacto negativo sobre la movilidad.

El servicio está plagado de problemas mientras de los anaqueles y de los papeles no salieron las proyecciones conducentes a la adopción del sistema de transporte masivo, tan cacareado en una época, pero que finalmente se quedó solamente en eso, en estudios, mientras en las vías siguen circulando automotores que  ya no cumplen los estándares de calidad y eficiencia.

Lo único que ven los usuarios es que les van a aumentando en cada anualidad, haciéndoles más asfixiante la  de por sí complicada situación económica a muchos de ellos, porque esos ‘200 pesitos’ de la última alza no son cualquier cosa, porque tienen hijos estudiando en el colegio y la universidad.

Así como las últimas administraciones han corrido prestas a decretar estos aumentos en el pasaje, la recién posesionada tanto en Cúcuta como en los municipios metropolitanos, tiene el compromiso de definir y poner a rodar una moderna modalidad de servicio público de transporte de pasajeros, que al menos ofrezca las condiciones dignas para los pasajeros.

Todo tiene que hacerse de una manera integral, dentro de una megapolítica metropolitana que conlleve a conjurar la multiplicidad de inconvenientes que caracterizan a este elemento tan esencial para el ciudadano.

Esa transformación, necesariamente, tiene que pasar por sacar de circulación para, obviamente, modernizar el parque automotor encargado de trasladar a los habitantes que utilizan las busetas y buses para movilizarse. Ahí aparecen las figuras de la chatarrización y el reemplazo por nuevas unidades, último modelo, y dotadas con los elementos necesarios que den comodidad a los viajeros que vayan a casa, se dirijan a estudiar o al  trabajo.

Ahí se reclama con urgencia cerrarle la puerta a la llegada de busetas viejas que ya cumplieron su vida útil en otras regiones  y que entran a prestar el servicio de transporte colectivo en esta zona de frontera, porque nadie entiende la razón para que seamos una ciudad con vehículos generadores de polución.

Las estadísticas hablan de 1.400 automotores vinculados a 13 empresas que circulan en la capital nortesantandereana, pero que no llegan a todas las comunidades como recientemente se le advirtió a la Alcaldía de Cúcuta.

En una entrevista que concedió a La Opinión en diciembre, al alcalde Jairo Yáñez se le preguntó: Transporte masivo, ¿sí o no?

-Sí, de manera urgente. 

Así fue su contestación del gobernante municipal, lo cual vuelve a poner a la ciudad a soñar con un sistema que sepulte  para siempre este caos que caracteriza al transporte urbano de la ciudad. Recordemos que venimos de varias frustraciones, puesto que en el pasado una de estas propuestas llegó a tener hasta nombre: “Metrobús” se  le llamó. Pero de ahí no pasó y los ciudadanos siguieron subiéndose y apeándose de buses y busetas que no prestan el servicio con los cánones que se ordenan para una ciudad del siglo XXI.
    

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