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Editorial
Tres dolorosos hechos
La dignificación de las víctimas y arrojar luces sobre la barbarie del conflicto armado interno en Colombia es la misión de la Comisión de la Verdad.
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Domingo, 28 de Agosto de 2022

Revisando el archivo relacionado con la masacre ocurrida en el corregimiento La Gabarra (Tibú), en junio de 2004, encontramos una  fotografía que describe el dantesco espectáculo de este baño de sangre cometido por la hoy desmovilizada guerrilla de las Farc.

En la pared azul de un cuarto cuelga un crucifijo y tendidos en el piso se ven los cadáveres de 15 de los 34 raspachines que aquel día fueron asesinados en la finca ‘El Águila’.

Este documento gráfico muestra con crudeza uno de los pasajes de nuestra dura realidad del conflicto armado en Norte de Santander, que se encuentra con otras fotografías, en la zona rural del municipio tibuyano, durante las masacres cometidas en la incursión paramilitar de 1999.

Traemos estos recuerdos sobre aquella dura temporada  que padecieron los habitantes del Catatumbo en medio de persecuciones, señalamientos, ataques, desplazamientos, desapariciones y despojos, a propósito de una actividad que llevó a cabo la Comisión de la Verdad sobre estos casos.

Y allí también hubo una relación sobre algo que toca directamente al área metropolitana de Cúcuta a la que pertenece el corregimiento Juan Frío, de Villa del Rosario, en relación con el espantoso caso también de los hornos crematorios de las Autodefensas Unidas de Colombia para no dejar rastro de las víctimas.

El trabajo desarrollado por la Comisión de la Verdad, a la que muchos sectores cuestionan y critican, permitió para el caso del asesinato de las 34 personas en La Gabarra que se dedicaban a raspar hoja de coca, que por primera vez alguien escuchara a los sobrevivientes, como lo relató uno de ellos.

En aquel doloroso junio de 2004 cuando ocurrió el sangriento hecho, los victimarios de las Farc señalaron a sus víctimas de ser colaboradores de sus acérrimos enemigos los paramilitares.

Solo hasta que dicha institución hizo el trabajo, se logró el milagro de romper la impunidad que durante más de una década cubrió el caso, que ellos fueran escuchados y que los autores reconocieran lo que hicieron y limpiaran el buen nombre de los muertos.

“Me ha dejado descansar de la presión que sentía, porque el país no conocía esto. Es una forma de sanar y por eso invito a las víctimas a que no sientan miedo”, dijo el hombre que en aquella ocasión se les escapó a los guerrilleros que asesinaron a sus compañeros.

Esta es una fehaciente comprobación de la importancia del ejercicio de reconstrucción de memoria y de escucha que llevó a cabo la Comisión de la Verdad para  el esclarecimiento de los patrones y causas explicativas del conflicto armado interno.

Mientras quienes sufrieron el lastre violento en La Gabarra reclamaron que se les quitara a las personas el estigma que les había puesto, en Juan Frío el reclamo se centró en que a dicho lugar le desmonten idénticamente el señalamiento de tener cualquier tipo de vínculo con los factores de violencia. El siguiente mensaje recogido en la comisión, lo dice todo:

“Como habitantes de Juan Frío nunca quisimos ni nunca pedimos que nos llegaran los paramilitares ni la guerrilla, entonces, queremos que también se dignifique nuestro territorio”.

Para entender la procesión que deja por dentro de las personas que  en su camino se cruzaron con el conflicto armado, está el testimonio una víctima de la masacre paramilitar en el Catatumbo: “que los victimarios reconocieran su error es una experiencia que nos sanó. Estoy sanando una herida de 23 años de la mano de la Comisión de la Verdad”.

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