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Editorial
Una ciudad desencajada
En repetidas oportunidades ha quedado en claro que las redes locales de acueducto y alcantarillado son obsoletas.
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Jueves, 19 de Octubre de 2017

Un obstáculo que en cualquier otra parte causaría un inconveniente muy localizado y sin mayores consecuencias, en Cúcuta determina el descuartizamiento de la ciudad.

Ayer se demostró con el foramen que se abrió sobre el puente Elías M. Soto. Cúcuta colapsó y quedó dividida en varios sectores bloqueados, casi paralizados, y con decenas de miles de personas sumidas en el caos.

La razón: falta de previsión, sin duda. Aunque la verdad, también hay algo de falta de paciencia entre los usuarios de  las vías, poco acostumbrados a los trancones monumentales como el de ayer, para los ciudadanos que viven, digamos, al otro lado del río. 

Porque, en una ciudad sísmica, como lo es Cúcuta; con muchas estructuras montadas sobre zonas de aluvión, con fugas y filtraciones de agua cada vez más frecuentes, calculada para soportar mucho menos peso del actual, cualquier cosa, como el cráter del puente, puede ocurrir en el momento más inesperado y poner la realidad patas arriba.

No hay quien prevea una ciudad diferente, moderna, expedita, fácil para sus gentes, amable... Tampoco, quien prevenga con base en la experiencia y la realidad. Menos, quien asuma la responsabilidad de dar un poco más de lo que le corresponde, que casi nunca es mucho. La responsabilidad social de algunas empresas involucradas de alguna manera con lo ocurrido ayer, jamás va más allá del enunciado en la declaración de su misión y su visión, pese a las millonadas mensuales de la facturación.

Lo ocurrido ayer ha sucedido otras veces: surge cualquier obstáculo cerca de los escasos puentes, y de inmediato la ciudad queda partida en dos, y cada una de esas partes en otras varias, porque el tráfico automotor se bloquea de inmediato.

Cúcuta es una ciudad exangüe a la que cualquier inconveniente, aunque sea el más pequeño, lleva a la agonía. El bloqueo de un puente de inmediato fractura la ciudad en tantas partes que se hacen irreconocibles, irreconciliables, con ciudadanos que no atinan a decidir qué hacer.

En repetidas oportunidades ha quedado en claro que las redes locales de acueducto y alcantarillado son obsoletas, incapaces de soportar las crecientes necesidades de la ciudad. Sin embargo, no hay un sistema de inspección permanente que garantice que hay atención a tiempo de los posibles focos de problemas. Y si existe, el sistema está fallando. Al menos otros tres huecos enormes como el de ayer se han abierto en otros sectores.

El problema, sin embargo, es la enorme facilidad con la que Cúcuta se descuaderna por un simple inconveniente de tránsito. Las calles se bloquean, toda actividad colapsa, y el ciudadano y sostenedor de la administración sufre sin consuelo y sin esperanza.

De todas formas, de algo sirvieron la actuación de las Secretarías de Tránsito de Cúcuta y Los Patios, sin las cuales, la cosa hubiera sido peor. 

Cúcuta seguirá siendo varias cuando se interrumpe el paso sobre el río, mientras no haya más puentes. Aunque el viaducto de San Rafael puede contribuir bastante en el plan de agilizar la movilidad, el creciente parque automotor de la ciudad y el aumento desmesurado de las viviendas al otro lado del río en predios de Los Patios y Villa del Rosario  es, de todas maneras, un problema muy serio.

Los actuales pasos son insuficientes para unos 120 mil autos y unas 77 mil motos del parque automotor local, que, además, no cabe en las mismas calles de hace 50 años, cuando eran apenas adecuadas.

La conclusión es que se necesitan más puentes para cruzar el río, y más y mejores calles para tanto carro y tanta moto. Pero si en vez de pensar en un sistema masivo de transporte se piensa en taxis, no hay esperanza de nada.

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