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Editorial
Una lucha estéril
El narcotráfico tiene sus reglas, y una de ellas es la de mutar y mimetizarse, para sobrevivir.
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Lunes, 3 de Diciembre de 2018

Desde finales de los años 60, cuando en Cali ya existía el negocio de la cocaína, se ha dicho siempre una cosa, pero se ha hecho otra. Jaime ‘El grillo’ Caicedo, uno los primeros capos —asesinado por un oficial de Policía en venganza por un negocio mal hecho— dio para que los primeros analistas del fenómeno llegara a conclusiones que aún son válidas, pero que a nadie inquietan.

‘La solución al problema del narcotráfico no está en que un capo muera o pase a retiro, pues, de inmediato, cada uno de los tenientes de ese capo, y sus enemigos, asumirán su destino de manera independiente, y lo que era un problema se convierte en varios’, han dicho los analistas, con todo sentido. ‘La solución está en neutralizar las organizaciones de manera integral, atacando cultivos, rutas, laboratorios, gente y, de manera especial, el dinero…’

En Cali no se actuó como lo recomendaban los expertos, y luego vino la gran explosión del negocio, con un cartel de talla mundial que aglutinaba a todos los capos de la región, cuya actividad irrigó de crimen al propio Estado, en una acción que hoy no hay señal de que cese. Para qué negar que el narcotráfico es una de las principales actividades económicas de Colombia.

Desde hace 25 años, ni Pablo Escobar ni el cartel de Medellín existen, y poco después, el encarcelamiento en Estados Unidos de los hermanos Rodríguez Orejuela, llevó al cartel de Cali por el camino de la extinción. Se acabaron como organizaciones líderes del narcotráfico mundial. Pero el negocio siguió y sigue, floreciente, corruptor, enfrentado con éxito, hasta ahora, a un mundo que ha perdido todas las batallas.

Como negocio multimillonario, el narcotráfico tiene sus reglas, y una de ellas es la de mutar y mimetizarse, para sobrevivir. Otra es la de corromper a quien sea y como sea, sin importar cuánto valga. O eliminarlo, si se resiste. Son reglas que a esas organizaciones dedicadas a traficar con lo ilícito les funcionan. Y los estados lo saben.

Las cantidades de dinero que genera el narcotráfico son inverosímiles. Y es ese factor, el dinero, el que hace tan atractivo dejarse llevar por el riesgo y la aventura, a cambio, quizás, de una vida un poco más cómoda, algo que nunca ha sido cierto. Por eso, mientras haya gente con necesidades, habrá soldados para los narcotraficantes.

Varias décadas después de aparecido el fenómeno, en Bogotá y Cali, antes que en otros lugares, el Estado colombiano sigue dando una lucha estéril, por la falta de un enfoque integral del fenómeno. Eliminar los carteles, en medio de una matanza de la que se tienen los peores recuerdos, no puso fin al narcotráfico. Encarcelar a los capos sobrevivientes, como se hizo después, tampoco. Pactar con ellos, como también se logró, menos. Erradicar con glifosato cocales y siembras de amapola, no funcionó.

Y, todo, porque las políticas han estado mal enfocadas y, por la misma razón, equivocadas.

Puede parecer un planteamiento simplista, pero la solución para un problema como este, no está ni en los cultivos, ni en las carreteras rurales, ni en los bancos ni en las rutas marítimas ni en las redes de expendedores y traficantes enfocadas por separado, sino en atacar todos esos puntos al tiempo. Con mayor énfasis en todo lo que tenga que ver con el dinero. Y eso es lo que no se hace.

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