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Editorial
Una mano a Toledo
De nada le ha servido a Toledo convertirse en el Municipio de mostrar en el sur del departamento.
Martes, 18 de Septiembre de 2018

Cuando la naturaleza se ensaña con una región, parece como si lo trágico no tuviera posibilidades de acabar. Así está ocurriendo desde hace algunas semanas con Toledo, donde en seis meses ha llovido lo que debió llover en tres años. Y allí ha llovido siempre mucho.

La razón está en el cruce del aire caliente que llega de los Llanos, con el frío de los páramos cercanos: el Tamá, Almorzadero y Santurbán.

La actual temporada invernal, fuera de época, deja, en todo caso, una larga lista de daños que puede agrandarse en la medida en que siga cayendo agua. Por el momento hay 9 veredas afectadas por 278 deslizamientos, y crecidas de quebradas, que tienen en dificultades serias a por lo menos 287 familias campesinas.

Por lo menos 27 casas campesinas de las veredas Santa Ana, Sabanalarga, La Cordillera, Campo Alegre, Román, El Palmar, Carbonera y Corralito Juan Pérez, no resistieron la furia de la naturaleza desatada y colapsaron.

La destrucción de 12 acueductos rurales ha empeorado la situación, pues, a pesar de tanta agua que cae, no hay potable para beber y cocinar 

Decir que en Toledo se estuvo escenificando un gran deslizamiento de tierras es apenas una forma de referirse a la mayor remoción natural de tierra ocurrida en el país. Pues, al parecer, las consecuencias de ese fenómeno no se han superado, ya que hay otros deslizamientos, al parecer incontenibles.

El origen de estas remociones parece estar relacionado con una falla geológica en la vereda La Camacha, de donde ya se fueron las familias que allí vivían, pues el peligro de destrucción de una vasta zona es inminente.

Con razón, el alcalde, Jairo Castellanos, dice que “el Municipio no da abasto con la emergencia ni tiene plata para atender derrumbes; ya estamos que salimos a pedir limosna para las ayudas”.

De nada le ha servido a Toledo convertirse en el Municipio de mostrar en el sur del departamento. Para la naturaleza no hay obstáculos que le impidan seguir en una acción destructora, de la que, de alguna manera, el hombre tiene que ver…

En previsión de lo que pudiera ocurrir, hace algunos meses, el alcalde elaboró un presupuesto de 70 millones de pesos, destinado a enfrentar situaciones como la que está ocurriendo. Pero ya van gastados 400 millones de pesos, y ninguna de las soluciones intentadas ha dado resultado. Lo peor de todo es que ya no hay dinero…

Y el Gobierno Nacional nada ha hecho para ayudar.

El alcalde ha ido a Bogotá dos veces a entrevistarse con altos funcionarios de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, sin lograr lo que busca: apoyo de urgencia para la comunidad y sus bienes.

Mientras las solicitudes descansan en algún archivador en Bogotá, Toledo se hunde en el abismo de la desidia de los gobernantes regionales y nacionales, y en el desamparo más ofensivo.

Puede ocurrir allí una gran tragedia, ojalá en Bogotá alguien despierte y, así sea por accidente, decida atender los llamados del alcalde Castellanos, y se evite lo que hasta ahora parece inevitable.

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