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Editorial
Una voz sensata
Nadie le puede negar a Juan Fernando Cristo ni ese conocimiento ni el privilegio de hablar como fronterizo.
Lunes, 6 de Mayo de 2019

Se puede afirmar con certeza que nadie con alguna vocería en Colombia ha callado en relación con la situación de Venezuela y sus consecuencias para la frontera binacional. La tendencia ha sido la de respaldar, aunque ha sido de dientes para afuera, la beligerancia del Gobierno y la adopción de medidas duras para ponerle fin al gobierno del que llaman usurpador Nicolás Maduro.

Palabras divergentes han sido acalladas por el oleaje del maremágnum de declaraciones, discursos y documentos con los mismos planteamientos.

Pero, hay que admitirlo sin rubor, ha habido al menos una voz sensata y firme de alguien que sí sabe de las consecuencias de lo que sucede, y de todo lo que podría suceder, por razón de la vía dura. Nadie le puede negar a Juan Fernando Cristo ni ese conocimiento ni el privilegio de hablar como fronterizo.

Para Cristo, como para muchos nortesantandereanos que quizás no se atreven a nadar contra la corriente oficialista, la solución para Venezuela debe ser pacífica, democrática y rápida. Y ‘esa solución está en unas elecciones transparentes y en un consenso pacífico, sin violencia dentro y fuera’.

Unas elecciones, sin duda sometidas a todo control y a todo escrutinio internacional, sin los mecanismos de manipulación que ha establecido el chavismo con instrumentos como el carné de la patria y con plenas garantías para candidatos y para electores, que al final desactiven ese dispositivo psicológico y peligrosamente letal, que la política internacional mantiene activo y que pretende entronizar la violencia entre dos países hermanos.

La mesura, la sensatez, la prudencia, la corrección política, indican que insistir en vías de hecho, aunque estén barnizadas de juridicidad, es el camino más rápido y eficaz para llevar a una violencia que puede convertirse en una verdadera hecatombe manipulada desde las grandes potencias.

Ningún colombiano puede ignorar el sentido de las palabras del político nortesantandereano. Habla de lo mismo que enervó al país cuando el presidente Juan Manuel Santos le dio prioridad al diálogo con las Farc, por sobre toda otra consideración. Y logró un acuerdo de paz que, a pesar de no ser perfecto, ha traído alivio a muchas zonas del país.

En el caso de Venezuela es lo mismo: estimular a las dos partes a que prefieran los diálogos, los acuerdos y las elecciones, a fin de evitar que lleguen los balazos, con los que tanto gobierno como oposición se han mostrado de acuerdo, en cierto modo forzados por las circunstancias de que hay países, como Colombia, que olvidaron un principio que siempre defendieron: el de que se debe velar porque los pueblos decidan ellos mismos su presente y su futuro.

La autodeterminación de los pueblos no puede ser borrada de la cultura política, así como tampoco puede un gobierno aferrarse al poder solo porque ha logrado establecer un control social y electoral para mantener las cifras a su favor. 

El problema de aplazar una solución como la planteada está en que las acciones desde fuera están prolongando más la peor crisis humanitaria de los últimos tiempos, crisis que se puede traducir en muchos males no calculados para Colombia y el Continente.

Y ¿con qué derecho los colombianos tenemos que aportarle a la violencia en otras partes, cuando dedicamos todas nuestras energías a erradicarla del patio de la casa?

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