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Editorial
Violencia en el Catatumbo
Lo más grave y aterrador es que no hay gobierno o autoridad que pueda contenerla, ni mucho menos prevenirla. 
Domingo, 11 de Noviembre de 2018

La violencia criminal en todas sus formas y efectos terribles de degradación no da tregua en la convulsionada región del Catatumbo. Y lo más grave y aterrador es que no hay gobierno o autoridad que pueda contenerla, ni mucho menos prevenirla. 

Lo que nos hace suponer con razón que sus autores seguirán con su escalada de acciones violentas, pues tienen como especie de poderoso aliado a la impunidad, y a la incapacidad e ineficiencia de las entidades de control y seguridad del Estado. 

En los últimos tres meses hemos registrado dolorosos hechos como la masacre de El Tarra, varios casos repudiables de secuestros, asesinatos de líderes sociales y dirigentes comunales, voladuras del oleoducto Caño Limón – Coveñas con graves daños económicos y al ecosistema, ataques armados a pueblos y veredas, bloqueos en vías carreteables, y la quema y destrucción de vehículos particulares y de servicio público. 

Por estos hechos no se tienen informes sobre capturas ni se conocen los resultados de las investigaciones anunciadas por las autoridades. 

Los enfrentamientos entre los grupos del Eln y del Epl se han incrementado en la región con cifras considerables de muertos, heridos y desaparecidos, y originando también el desplazamiento de centenares de familias campesinas. La situación más dramática se registra desde hace más de una semana en Hacarí. 

Los informes de las Naciones Unidas y de las autoridades locales coinciden en que a este municipio de Norte de Santander han llegado más de 1.000 desplazados, entre éstos 400 niños que se encuentran en lamentable situación de hacinamiento.

Según los relatos de varios desplazados, en esa región la ausencia del Estado es total y absoluta, y los reductos del Eln y del Epl se disputan a sangre y fuego el control de su territorio. La peor parte como siempre la termina llevando la población civil, que queda – impotente y sin ninguna protección – en medio de esa guerra.  

En sus primeros 100 días de gobierno, el presidente Iván Duque ha hecho dos visitas a la región – una a Tibú recién posesionado, y la otra a Ocaña para instalar una fuerza militar de despliegue rápido con miles de soldados, que se sumaron a otros miles más de los batallones, brigada, división y fuerza de tarea desplegada desde antes de terminar el gobierno de Juan Manuel Santos. 

En estas visitas, el presidente Duque prometió que en pocos días se conocerían los resultados de las tareas emprendidas por la fuerza pública en su combate contra todas las formas de delincuencia y criminalidad. 

Estamos seguros de la sinceridad y de los deseos del señor presidente de la República para llevar a cabo las acciones y estrategias que permitan un cambio en la situación de conflictividad que se vive en el Catatumbo.

Pero los días pasan y los hechos de violencia se siguen presentando como si no se hiciera nada para evitarlo. A muchísima gente le cuesta trabajo entender y aceptar que con tanto despliegue de fuerza, la situación de violencia criminal en el Catatumbo no mejore y, por el contrario, se agrave. 

No es una situación de ahora y no puede culparse del todo al actual gobierno. No cabe duda también que el narcotráfico y la expansión de los cultivos ilícitos es el gran combustible que mantiene y estimula el funcionamiento de esta máquina de guerra. Pero se necesitan más acciones y resultados contundentes porque es imposible seguir en medio de tanta desesperanza, miedo y frustración.

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