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El cine latinoamericano: narrar y vender
~ Los cambios que se presentan día a día en la industria del cine han transformado para siempre el panorama del cine en América Latina.~
Domingo, 16 de Marzo de 2014
~Los cambios que se presentan día a día en la industria del cine han transformado para siempre el panorama del cine en América Latina.~ Los cambios que se presentan día a día en la industria del cine han transformado para siempre el panorama del cine en América Latina.

La incursión de nuevas tecnologías ha abaratado los costos de realización y presenciamos un renacer en países con desarrollos muy lentos, cinematográficamente hablando, como en el caso de Colombia, Venezuela o Bolivia, que han encontrado en estos beneficios una valiosa oportunidad de expresarse.

Y a la par de las nuevas generaciones de cineastas queda en el velo la nostalgia de las producciones que eran imposibles de realizar y que conllevaron por años al respeto y reconocimiento de los directores latinos que con contadas excepciones, eran apreciados por la industria mundial.

Argentina y México han sido siempre las pioneras en este sentido con más de 300 producciones al año desde hace mucho tiempo, Colombia y Bolivia entre las más lentas que han pasado de 2 o 3 producciones al año a más de 20 o 30.

El Festival de Cine de Cartagena (Ficci), que desarrolla su versión número 54, se ha sostenido como un testigo en esa evolución del cine latinoamericano y por supuesto como uno de los eventos con mayor longevidad.

Pensar que un evento como este, esperado por directores de toda América, tiene una inversión de más de 8.000 millones de pesos, es sin duda una importante labor que habla de una imbatible vigencia.

Industria cultural

Muy seguramente a esto se refería Theodor Adorno cuando acuñó el término industria cultural.  

Es bien sabido que la producción de una película  genera otras fuentes de empleo que muy poco fueron explotadas en las naciones americanas y que sin embargo se abre camino provechosamente, usando el escenario del Ficci para promover encuentros entre realizadores, intercambio de experiencias o simples miradas a lo que se desarrolla y cómo se desarrolla el séptimo arte en otras partes.  

Pero esta recolonización del cine por parte de los realizadores latinos, ha obligado a los estados a apoyar como nunca antes su identidad fílmica. Países como Colombia, por sólo mencionar un ejemplo, promueven la creatividad con importantes recursos en estímulos a guionistas o directores, que aumentan con el tiempo, garantizando de entrada una mayor presencia en la industria cultural cinematográfica. Sin embargo, el problema sigue siendo la distribución.

Por lo general los canales que manejan las salas o exhibidores, en su mayoría norteamericanos, favorecen siempre la mirada a Hollywood. Una película como Bolita e’ Trapo, producida por el sincelejano Antonio Merlano, entra en su lanzamiento con 80 copias frente a películas como Capitán América, por ejemplo, que prácticamente la encontramos con 2 o 3 copias por teatro y por ciudad.

Los premios y los temas

El problema de la distribución de las cintas latinoamericanas en las salas de cine del mundo moviliza a los directores hacía los eventos de cine. Una de esas formas es a través de los miles de festivales de cine que nacen todos los días.

Ese paseo por eventos internacionales asegura una entrada al registro mundial y se vuelve a su vez en el mejor escenario para establecer diferencias temáticas, elemento que si es reconocido en todo el mundo con las producciones latinas.

El documental ha sido siempre la más famosa voz de los cineastas latinos y la oportunidad para hacer denuncia, en algunos casos. Y América sí que tiene temas por denunciar. Para el Ficci 2014, Alejandra Grinschpun, filma la vida de unos niños de calle que ahora son adultos. Marmato de Mark Grieko, una producción de Colombia y Estados Unidos, cuenta cómo este pueblo minero es afectado por la explotación de una multinacional y Eliezer Arias cuenta en El Silencio de las Moscas, cómo los suicidios en las regiones rurales de Venezuela se expanden sin control desde los años 90.

Las temáticas del cine latino gozan del encanto de la creatividad que sobrepasa las propuestas taquilleras hollywodenses, pero alejan, de alguna manera y sin pretenderlo, al espectador tradicional que no encuentra alternativas diferentes en la sala de cine.

El cine regional

Pensaríamos entonces que mucha menor posibilidad tiene el desarrollo del cine en regiones como la nuestra. La realidad muestra que si bien no hay mucho trabajo en este tema si hay esfuerzos valiosos que cada vez se van haciendo más comunes.

Edwin Villamizar es un realizador cucuteño que vino al Ficci 2014 a encontrarse con sus pares del medio, a mirar qué se hace en otras partes, pero sobre todo a alimentar la creatividad y el ingenio necesarios para seguir con su interés. Su filmografía incluye cortometrajes ya premiados a nivel nacional y varios videoclips.

Igor Ibarra, también cucuteño, vino al Ficci a reconocer el trabajo de otros. Muy cercano al cine y a la publicidad Ibarra trabaja con story board animado, un elemento fundamental del cine y que hace 20 o 30 años era impensable, cuando aún se dibujaban las escenas. Junto a ellos la industria del cine en Cúcuta apenas nace.

Iniciativas como una escuela de cine que orienta la Fundación Cinerama, algunas producciones como El Rostro de Alipio, de Alfredo Rubio, un cineclubista consagrado, ya se exhibe en otras parte del mundo, guionistas como Iván Gallo que ya tiene en su hoja de vida escribir para películas nacionales, son el inicio de un atrasado pero necesario camino del que necesita contar más de lo que somos y generar ingresos por ello.
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