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Trajo de Venezuela a Cúcuta su restaurante chino, ahora se expande por el país
La Opinión conversó con el gerente de Nan King, Wai Yuen Cho, quien vio en esta ciudad la oportunidad de crear empresa

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Trajo de Venezuela a Cúcuta su restaurante chino, ahora se expande por el país
La Opinión conversó con el gerente de Nan King, Wai Yuen Cho, quien vio en esta ciudad la oportunidad de crear empresa
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Miércoles, 18 de Octubre de 2023

La historia de Nan King comenzó hace más de 50 años, cuando See Fung Cho y su esposa, Lai Ynet Cho, emigraron desde China en 1960 y se establecieron en Venezuela. Juntos, abrieron un modesto restaurante con solo 12 mesas, en la misma casa en donde vivían, en San Cristóbal (Venezuela), a una hora y media de Cúcuta.  

A lo largo de las décadas, Nan King experimentó un crecimiento constante. En 1980, se realizó una primera remodelación para ofrecer un espacio más grande y cómodo, pero sin comprometer la calidad de la comida. Luego, en 1996, se inauguró el Nuevo Nan King, bajo la dirección de Lai Ynet Cho y sus hijos. 

“Desde pequeño, siempre estuve involucrado en el negocio familiar. Aprendí mucho sobre la administración y cómo brindar un servicio de calidad a los clientes” relató Wai Yuen Cho, nieto de ese matrimonio y gerente de la empresa.

En 2017, Wai Yuen Cho, en representación de la tercera generación de la familia, decidió traer el legado de Nan King a Colombia, entrando por Cúcuta y en medio del cierre de la frontera. La expansión comenzó en 2018 con la apertura de la primera sucursal en El Malecón, en donde encontró un escenario de oportunidades para emprender. 


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Con más de 380.000 comensales al mes, sólo en Cúcuta, la clave del exito, según Cho, fue mantener los principios fundamentales del restaurante: calidad, servicio y sabor. “La expansión a Colombia fue un paso audaz, pero siempre mantuvimos nuestro compromiso con la calidad. La respuesta positiva de los colombianos nos alentó a seguir adelante”, comentó.  

Nan King ya cuenta con cuatro sedes en Cúcuta, así como una sucursal en Bucaramanga, Medellín, Bogotá, Cali y, próximamente, abrirán un restaurante en Barranquilla. La empresa genera más de 150 empleos directos y quiere seguir apostando a esta frontera.


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Desafíos y aprendizajes

El camino hacia el éxito no estuvo exento de desafíos. Wai Yuen Cho reconoce que la expansión a un nuevo país presentó obstáculos, pero enfocarse en una buena administración y mantener la constancia fueron elementos clave en su estrategia.

“La constancia en el trabajo es esencial. Nada ocurre de la noche a la mañana, y es importante no desanimarse. Además, una buena administración es fundamental para que un negocio prospere”, sostuvo Cho.

De acuerdo con el empresario gastronómico, la pandemia de COVID-19 trajo desafíos inesperados, pero también puso a prueba la resiliencia y el espíritu comunitario de Nan King. Cho dijo que el restaurante se adaptó, mantuvo sus puertas abiertas y apoyó a su equipo de trabajo en medio de la crisis. 

Mirando hacia el futuro, Cho tiene grandes planes para Nan King en Colombia. Su objetivo es expandirse por la costa colombiana, compartiendo el sabor único de la comida que prepara con un público aún más amplio.

Redacción por Stephania Valero Durán / Practicante de Periodismo 


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La pandemia vuelve a colocar la agricultura frente a su tarea, su función primigenia.

Millones de personas en Colombia y en el mundo, hemos redescubierto en estos tiempos el sentido y la fragilidad de la vida. Han resurgido prioridades y preocupaciones de las sociedades y de las personas que estaban sepultadas en la danza de las superficialidades, inmediateces y sandeces que habían logrado copar el horizonte de vida.

Regresan a la escena verdades y reclamos reales y no de apariencia: la salud, la alimentación y el medio ambiente, el trípode que sostiene a la vida. Hoy se empieza a entender que por encima de cualquier consideración económica de competitividad o de lo que sea, deben ser garantizados por la sociedad misma, sin depender de terceros países para ello. Son dimensiones vitales que hacen parte de los conceptos de soberanía y seguridad nacional, los aportes externos son siempre un complemento y nunca un sustituto de lo interno, de lo nacional, de lo propio; dejando claro que en lo referente a salud y medio ambiente, las fronteras nacionales son inexistentes.

La pandemia vuelve a colocar la agricultura frente a su tarea - su función primigenia, la que le dio nacimiento hace milenios: producir alimentos para satisfacer las necesidades nacionales. A un segundo plano pasarían las imposiciones, surgidas en el último medio siglo de priorizar la producción de materias primas para la industria y de “commodities” para la exportación y con los desvalorizados dólares recibidos en pago comprar la comida para los colombianos, mendigada en unos mercados internacionales controlados por vendedores transnacionales oligopólicos; mercados especulativos sometidos a avatares incontrolables, frente a los cuales no queda sino inclinar la cabeza y contar las monedas para pagar el precio que impongan. 

Hablamos de una comida que en un 60% cultivan los pequeños y de la cual más de la mitad se pierde, debe botarse, por absurdas y subsanables deficiencias en el mercadeo, desde la ausencia de las vías terciarias para conectar la vereda con el pueblo, la falta de procesos de postcosecha para organizar y valorizar el trabajo campesino, cadenas de frío, información de mercado que les llegue al celular para que no salgan al mercado a que los masacren y les cueste más el flete que lo que les pagan; romper la cadena de vampiros de la intermediación de donde el productor campesino, aislado y desorganizado sale desplumado y literalmente anémico, para lo cual la asociación y la información de mercado son el único antídoto conocido.

El mercadeo de la producción campesina, que es producción de comida, es la urgencia mayor para garantizar la seguridad alimentaria y condición de supervivencia y avance de los campesinos, especialmente los que están en los territorios del postconflicto y en la lucha por escaparse de las garras asesinas del narcotráfico, pues sin comercialización organizada y efectiva, no hay sustitución de cultivos que sobreviva. 

Luego vendrán las otras tareas y compromisos rurales, pero sin sacar estas adelante y ahora, al amparo de las urgencias y replanteamientos nacidos de la pandemia, serían tan estériles en su capacidad de transformar a esos campesinos y sus comunidades, como lo es el latido del perro a la luna. Insistamos en el punto, son acciones que se articulan con el esfuerzo por liberar a los colombianos de una amenaza de crisis alimentaria como sobremesa del coronavirus. Menos discusión y más acción que la crisis no da espera.

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