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Frontera
Los maleteros en la frontera
Cerca de 200 venezolanos ejercen este trabajo informal en La Parada.
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Rito Julio Patiño Echavarría
Lunes, 4 de Febrero de 2019

Desde las 4 de la mañana y como si estuvieran en medio de una competencia de atletismo, decenas de personas corren por la Autopista Internacional a la altura de La Parada, todos van con su carretilla, en busca de un cliente al que la ofrecen su servicio como maletero.

La gran mayoría de ellos viene de Venezuela, huyendo de los graves problemas económicos y sociales que vive su país. Otros son cucuteños, a quienes les ha tocado compartir su trabajo con estas personas que tuvieron que llegar a Colombia a juro.

Varios de los venezolanos llegaron a nuestro país con algunos de sus seres queridos, pero no todos contaron con la misma suerte y tuvieron que dejar su patria y sus familias hace varios años para dedicarse a una vida a la que jamás se imaginaron.

Una travesía

Una vez se asoma algún carro o taxi, saben que ahí viene un posible cliente, pues traen mercancía o maletas a La Parada y de seguro necesitarán de ellos para cargarlas, por eso entre ellos hacen turnos para salir en busca de esas personas. Los maleteros fichan a la gente y emprenden la ‘persecución’ hasta el lugar de descargue.

Ellos mismos abren la puerta del vehículo, saludan y preguntan hacia dónde se dirige la carga; se ‘cuadra’ una tarifa, dependiendo de la distancia requerida y empieza el recorrido. Sol, vías destapadas, trochas y hasta el pago de ‘vacunas’, son algunos de los obstáculos a los que estos trabajadores informales se ven obligados a sobrepasar con su carretilla en ese trayecto para ganarse unos pesos.

Así, como una ‘carrera’, en la que el que llega más rápido tiene la oportunidad de ganar algunas monedas, es la vida de muchas personas que se dedican a este oficio entre centenares de personas que hoy se ubican en este paso fronterizo.

Estas personas que se tienen que rebuscar cómo ganarse la vida diariamente, son conscientes de que para hacerlo deben pagar una ‘vacuna’ para poder pasar hacia territorio venezolano, lo que les afecta su ‘salario’ que oscila entre los 15 y 20 mil pesos diarios.

Historias de vida

El caso de Darwin Guevara es uno entre muchos. Él llegó a Cúcuta luego de dejar a su madre y su hermana en Maracaibo hace 11 años, cuando la situación era totalmente distinta, por esoes uno de los que más ha sentido el fuerte cambio de la situación económica en su país desde esa época hasta hoy.

“Yo llegué hace más de una década, pero esto era algo totalmente distinto. Nos iba mucho mejor y ganábamos más”, cuenta Guevara con nostalgia.

Agregó: “esto aquí es muy difícil. Uno envía lo poco que gana para que ellos (familiares) allá puedan estar bien, pero cien mil pesos mensuales no alcanzan para nada, pero nos toca rebuscárnosla porque no hay de otra”.

Junto a Darwin, se encuentra Junior David Molina. Este hombre de 19 años, que llegó hace mes y medio a la ciudad buscando un mejor futuro para su hija de tan solo dos años, la cual tuvo que dejar en Valencia, mientras mejoraba su situación.

“Llegar aquí a ganarse 20 o 15 mil pesos diarios es una gran mejoría. Allá, al otro lado del puente, eso no alcanza para nada; compras un queso y ya se acaba el dinero”, indicó Molina.

Añadió que, “con eso que uno gana, se paga el arriendo que son 3 o 4 mil el día, se come, y se ahorra un poco para poder enviarle plata a la familia. No es mucho, pero algo es algo. Todo es para ellos”.

Desde San Carlos (Cojedes), también llegó hace 5 meses José Ríos, quien recalca que el trabajo de maletero es bastante duro, pero si estuviera en su país todo sería peor, porque trabajaría el doble para conseguir menos, según él.

“Allá me desempeñaba como chofer de gandola, pero me tocó parar porque el pago ya no era el mismo y esta misma situación llevó a que este poco a poco este se fuera acabando. A mi mujer le envío algún dinero para los ‘pelaos’ o a veces algunos útiles de aseo para que ella venda allá y se sostenga”, indicó.

Ríos, así como muchos otros venezolanos, dejó a su esposa y sus tres hijos en su ciudad de origen para buscar un mejor sustento para ellos. La mayor ya está a punto de graduarse de medicina en una universidad, la segunda está haciendo su carrera y el menor aún está en el colegio. Todo un sacrificio.

Indiferencia patriota

Sumado a esta gran cantidad de problemas, se encuentra la indiferencia que muchos venezolanos han tenido que sufrir con sus paisanos, así como Gabriel Jiménez, también proveniente de Valencia, quien es un claro conocedor de esta situación porque lo vivió en carne propia.

“Aquí el problema en algunas ocasiones son los mismos venezolanos que se creen más que nosotros por haber conseguido algunos ‘dolaritos’ en Ecuador u otro país”, manifestó.

Agregó: “esa gente nos discrimina, nos dicen corran para allá o que nos quitemos y nosotros más bien lo que hacemos es ofrecerles nuestros servicios y cuidarles sus maletas para que lleguen bien al otro lado (del puente)”.

Ellos sueñan con que Venezuela vuelva a ser el grande de Latinoamérica, que en algún momento fue, y puedan volver a su país para a reunirse de nuevo con sus familias que los esperan en casa.

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