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Un viaje redondo a la capital de la república costaba $63 y en el mismo sentido a Cartagena: $77.40.
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Sábado, 21 de Enero de 2023

Decíamos que el año en mención se había presentado bastante agitado en términos tanto políticos como sociales. La ciudad comenzaba a mostrar un progreso algo inusual, lo que atraía las miradas de los inversionistas locales y foráneos y por esta razón Avianca, que ahora se perfilaba como la línea aérea más importante del país, promocionaba la ruta a Cúcuta, como uno de los destinos más atractivos y a sus viajeros nacionales ofrecía las comodidades de los icónicos hoteles de las principales ciudades del país, en los cuales había instalado sus oficinas de información que le facilitarían todos los trámites necesarios en el desarrollo de sus viajes. Estos hoteles eran el Granada de la ciudad de Bogotá, el Nutibara de Medellín, el Caribe de Cartagena, el Alférez Real de la ciudad de Cali y el hotel del Prado de Barranquilla. Así mismo, publicaba las tarifas que regirían para el final de año desde y hacia Cúcuta, en viaje sencillo o de ida y vuelta. Solo a manera de información que nos sirva de comparación con las tarifas de hoy, tenemos que un viaje redondo a la capital de la república costaba $63 y en el mismo sentido a Cartagena: $77.40. Atravesar todo el país, es decir, viajar hasta la frontera sur, a Ipiales $157.50. El único destino al exterior desde la ciudad, era Quito; el viaje de solo ida tenía un costo de $107.50 y de ida y vuelta $193.50.

El dinamismo del comercio era evidente de solo leer las invitaciones que hacían los distintos establecimientos y aunque llamaba la atención que algunos de los más “poderosos”, ellos mismos aseguraban que era innecesario “gastar” en algo que se presentaba naturalmente debido al buen servicio, a la calidad de sus productos y a la atención que le brindaban a su clientela, como era el caso de don Antonio Copello, propietario de A. Copello & Co. uno de los mayores comerciantes de café, quien solamente publicaba un “avisito” de una columna por cuatro centímetros, en que anunciaba: mercancías de primera calidad, precios fijos, mayor y detal y visítelo usted. Según cuentan, don Antonio no necesitaba más, pues su disposición por contribuir con obras para los más necesitados le había creado una aureola de benefactor y de personaje caritativo que generaba un gran reconocimiento por parte de la población cucuteña.

Algunos productos que para entonces eran de obligado uso era el sombrero. El más popular, pero también el más costoso era el Stetson, del que escribimos una crónica hace algún tiempo, cuando celebró su centenario y como parte de esa celebración, la empresa fabricó un sombrero conmemorativo al que bautizó como “el sombrero de los $1.500 dólares” con el que inició una gira mundialista que abarcó los principales países europeos y americanos. Recorrió Colombia en febrero de 1956, durante un mes y terminó en Suráfrica antes de regresar a su sede principal de los Estados Unidos. Pero en Colombia había una empresa de sombreros que se hizo famosa a nivel nacional, era la Fábrica de Sombreros Colombia de un empresario italiano radicado en Barranquilla de apellido Caputo, quien había designado como representante para la ciudad a su paisano Luigi Saracino para ventas únicamente al por mayor, en la calle 11 No. 6-11.

Alfonso Jaimes y sus hermanos Luis Francisco y Chepe, tenían una gran bodega en la calle 11 a espaldas del Mercado Central y ofrecían productos nacionales e importados, desde productos de ferretería, maquinaria y papeles para la industria editorial hasta rancho, licores y galletería americana, así como los más finos regalos para ofrecer el Navidad y Año Nuevo. Ofrecían “grandes descuentos para compras por cantidad”.

La empresa Valencia Hermanos de Pereira había llegado a Cúcuta hace relativamente poco tiempo, atraída por la posible afluencia de visitantes venezolanos, época que comenzaba a ser atractiva para los vecinos. VALHER como era la marca de sus trajes, los que promocionaban como “el vestido que adivina sus medidas” habían establecido una agencia en la avenida sexta número 10-14, en los bajos del Hotel Pálace. Los avisos indicaban que los precios, confección y calidad estaban fuera de toda competencia y remataban con una sugestiva invitación: Rogamos a usted visitar nuestra AGENCIA a fin de que aprecie el completo y permanente surtido de vestidos, abrigos y gabardinas para caballeros, jóvenes y niños.

En otro sector, ya no de la ciudad sino en el corregimiento de San Luis, don José María Ángel era el propietario del Centro de Recreo La Cigarra, situado al norte del botiquín de Olivo Sánchez. Nótese de acuerdo con el aviso que era más conocido el “botiquín” que La Cigarra. Desde el mes de enero estaba ofreciendo un nuevo servicio, pues a partir de la fecha brindaría a su distinguida clientela, cenas con gallina, hallacas y mute preparados por un experto culinario. También atendían pedidos de piquetería a toda hora y estaban permitidos los juegos de azar como la baraja y el dominó, así como el divertido juego del Turmequé en sus magníficas canchas, bellamente iluminadas para partidos diurnos y nocturnos. Había un permanente y continuo suministro de bebidas heladas y licores, en especial el sabroso Brandy Hennessy, a cincuenta centavos el trago. Las noches de los fines de semana, eran amenizadas con una orquesta compuesta de “amables artistas” que se anunciaba ‘sin nombre’, pero con un selecto y novedoso repertorio que aseguraba “hará las delicias de los concurrentes los sábados y días feriados. Había servicio de teléfono y prometía que al visitarlo con sus familiares y amigos quedaría gratamente sorprendido.

Y, para terminar, las mayores ofertas seguían siendo de productos para la salud. Se ofrecían remedios para curar todos los males –los más conocidos y frecuentes- como los relacionados con las enfermedades respiratorias y nerviosas, los dolores, jaquecas y migrañas, la debilidad, el estreñimiento, las almorranas, los golpes y las quemaduras, sin que faltaran los cosméticos y las pastillas que le aseguraban a las mujeres bellas formas y lindas curvas como las Pastillas Carnol y que “los hombres las admirarán de arriba abajo”.

La última propuesta era la de Discos Fuentes que invitaba a bailar en las fiestas navideñas con sus reconocidos discos. ¡Solo decían “Alégrese!! Baile con Discos Fuentes”.

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