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Las ‘pink pills’ del Dr. Williams
Historia contemporánea.
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Sábado, 12 de Noviembre de 2022

na de las mayores preocupaciones del género humano ha sido su salud. Desde la aparición del hombre sobre la faz de la tierra, las enfermedades han diezmado la población y por esa razón, ha tratado por todos los medios de encontrar soluciones que le permita superar esas dificultades. En el comienzo de los tiempos, las dolencias se remediaban invocando la intervención divina, luego aparecieron los brebajes, pócimas y demás menjunjes, recetados por hechiceros, chamanes, alquimistas y demás personajes que buscaban remediar los males que cada día afloraban con mayor frecuencia e intensidad. Pero a medida que transcurrían los años y el conocimiento se profundizaba, nuevas experiencias y prácticas encontraban fórmulas que aliviaban males, trastornos y achaques, hasta el presente cuando se halla fácilmente solución a casi todos nuestros padecimientos.

Pues bien, el auge de la medicina moderna, podemos asegurar comenzó a darse hace algunos cientos de años y con ella florecieron a la par, los remedios y medicamentos que los acompañaban. En Colombia, como en muchos otros países, esas medicinas eran elaboradas siguiendo las instrucciones que el médico plasmaba en su “receta”, de ahí su nombre, por un profesional especialista en la materia que llamamos “farmaceuta” y que en los inicios del periodo que conocemos como ‘la República’ requería de la presentación de exámenes para aquellos que no tenían el título respectivo, que debía presentarse luego de cursar un periodo de formación y capacitación, que los acreditaba para ejercer la profesión.

De esta manera fueron apareciendo medicamentos y laboratorios que ofrecían todo género de remedios que prometían la curación total de cuantos males y desarreglos sufría la gente.

Al revisar la literatura que en este sentido aparecía en la prensa de todas las ciudades del mundo, se observa que una de las más interesantes propuestas ofrecidas, versaba sobre la mejoría y el restablecimiento de la salud de quienes se quejaban de uno o varios malestares.

En la Cúcuta de principios del siglo XX, pasada la guerra fratricida y terminada su reconstrucción, se hicieron muy populares los remedios que combatían las enfermedades más comunes. Entre estos, el que es objeto del título de esta crónica, toda vez que se ofrecía como la panacea que curaba cuanto desarreglo, anomalía física o enfermedad se presentara. En una muy agresiva campaña publicitaria –para la época- el laboratorio americano “The Dr. Williams Medecin Co. De Schenectady” en el estado de Nueva York, ofrecía sus famosas “píldoras rosadas” como para una innumerable cantidad de enfermedades y sufrimientos.

Eran tan famosas que la competencia no tardó en ‘copiarlas’, no solamente en sus medicaciones terapéuticas sino en el ‘color’; de ahí que tuvieron que emprender una cruzada para contrarrestar la malévola rivalidad como se aprecia en el siguiente anuncio: “… no pida usted ‘PILDORAS ROSADAS’ en la botica, cuando lo que usted quiere comprar son las Píldoras Rosadas del Dr. Williams. Hay muchas ‘píldoras rosadas’ en las boticas, por eso que precisa siempre pedirlas ‘las del Dr. Williams’. El remedio soberano para la sangre y los nervios no contiene sus propiedades curativas en el color sino en los ingredientes. Las Píldoras Rosadas del Dr. Williams garantiza no contener absolutamente ninguna droga nociva y las toman hombres, mujeres, niños y ancianos con entera confianza. Se venden en todas las boticas”.

En la misma campaña de prevención contra el fraude de los imitadores de turno, mostraban la fotografía del empaque con sus características que eran el empaque de color rosado y las letras rojas.

Las famosas píldoras rosadas prometían curar una larga lista de malestares, tan larga que trataré de acortarla para que vean la considerable variedad que va desde la simple nerviosidad y pasa por, las neuralgias, el insomnio, las jaquecas y el dolor de cabeza, el reumatismo, el cansancio en las mujeres, la pérdida de apetito y la pérdida de fuerzas en el hombre hasta los ensueños desvanecidos de las jovencitas. Como reconstituyente para el hombre o la mujer que sufre de alguna de las múltiples manifestaciones de sangre empobrecida o de nervios debilitados, para quien haya perdido la alegría de vivir y se siente débil o cansado y para todos aquellos que han gastado sus fuerzas y energías y que sufren deficiencia en la cantidad o calidad de la sangre y nervios débiles, la Píldoras Rosadas del Dr. Williams, llamadas con justicia, el mejor tónico reconstituyente, se recomienda con toda confianza, era lo que rezaba uno de sus anuncios.

Especialmente dirigidas a las mujeres había unos anuncios muy sugestivos que decían, por ejemplo: “…La salud y la belleza son derechos naturales de toda mujer, pero cuando la salud se altera, la belleza prontamente se desvanece. Los cosméticos disfrazan pero no pueden devolver el carmín natural a los labios, el color róseo a las mejillas, la tersura al cutis o el brillo a los ojos. Esta hermosura sólo se consigue con abundancia de sangre rica y pura circulando en todos los órganos del cuerpo. Cuando el organismo se debilita y se pierde con la salud toda la belleza de una constitución sana, lo que precisa es un tratamiento con las Píldoras Rosadas del Dr. Williams”.

Como complemento, el laboratorio ofrecía a todas mujeres enviarles gratuitamente, desde EE.UU. el libro, “Enfermedades de la Sangre”, con la sola mención del aviso.

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