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Niño de 13 años se disparó accidentalmente en El Zulia
Aquí relatamos la historia del triste final de Maicol.
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Lunes, 20 de Julio de 2020

A las 8:00 de la mañana del sábado, entre el monte que rodea una finca ubicada en Filo El Guayabo, vereda de El Zulia, se oyó un disparo. Maicol Rodríguez, de 13 años, el mayor y consentido varón de tres hijos de una familia venezolana salió de la maleza caminando herido.

A su encuentro iba su tía Oly Rodríguez, quien al escuchar el disparo y percatarse de que solo estaban tres de los cuatro niños que tenía a su cuidado, corrió desesperada.

“Lo vi venir. No lloraba. Se hacía el fuerte. Le pregunté sobre qué le había pasado y me dijo ‘nada, mi tía’ pero tenía carita de asustado, como pensando que lo iba a regañar. Yo les prohibí salir. Volví y le pregunté y me contestó: ‘No me duele, tía’”, narró Oly.

Cuando la tía le quitó a Maicol el pantalón azul que tenía puesto le vio una enorme herida en la ingle de la cual empezó a brotar sangre de manera abundante.

Oly agarró un trapo, le hizo un amarre en la pierna como intentando parar el sangrado de su sobrino, lo acostó en el suelo y empezó a gritar desesperada por ayuda pero su voz no fue escuchada en la solitaria finca.

“Para llegar a la vía principal hay que caminar 4 horas. Empecé a pedirle a Dios que me ayudara. Estaba sola y con tres niños más. Uno de sus hermanitos le hablaba y le pegaba en la carita para que no se durmiera. Fue una hora de angustia y dolor”, relató la tía.

La mujer siempre mantuvo abrazado a Maicol, quien según ella, también habló con Dios.

“Antes de que le faltara el aire me pedía que no llorara. Me decía que no sentía dolor. Y de repente le dijo a Dios que lo perdonara, que no había hecho nada a propósito, que él solo quería saber qué era eso (arma). Le dijo a Dios que él no era un niño malo”, recordó entre lágrimas Oly.

La vida de Maicol se desvaneció en los brazos de su tía, a pesar de que ella le daba respiración boca a boca por ayudarle a respirar, al tiempo que también resultaron infructuosas las acciones de su primo, para devolverle el aliento.

Cuando una vecina llegó a la finca, Maicol ya no tenía signos de vida. Entre ambas lo sacaron del monte y cuando un motorizado pasó le pidieron que los trasportaran pero al verlo sin vida, el hombre prefirió solo llevar a Oly, por evitar problemas legales.

Oly se fue en busca de su hermana Rosángela, la mamá de Maicol para enterarla de la trágica noticia.

“No pude hacer nada por él”, repetía una y otra vez Oly, el domingo en Medicina Legal, mientras esperaba junto a su hermana la entrega del cuerpo de Maicol.

A Maicol le encantaban  los vallenatos de Diomedes Díaz y era noble y colaborador. Su mamá lo definió como un niño de mente grande, porque siempre quería hacer todo lo que los mayores hacían: picar leña, levantar bultos enormes, entre otros oficios que debían controlarle para que no se fuera a lastimar.

Según su familia, el arma que tenía Maicol era artesanal y rustica. La tía describió que tenía un tubo amarrado con una liga.

“Creemos que como él le gustaba tanto jugar en el monte se la encontró y por creer que era de juguete la manipuló”, dijo Rosangela, la mamá.

Maicol llegó hace siete meses desde Anzoátegui (Venezuela) con su mamá y sus hermanos a esa finca, luego de que el padre de la familia encontró trabajo en ese lugar. 

Según Rosángela, el parte médico les aseguró que Maicol había afectado la una vena fundamental que va justo a la arteria aorta y eso comprometió su vida.

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