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Memorias
A comienzos del siglo XX (3)
En las primeras décadas del siglo XX, primaban en el comercio las casas mayoristas alemanas, situadas estratégicamente en las principales esquinas del parque Santander.
Viernes, 27 de Abril de 2018

Mencionábamos en crónicas anteriores las preocupaciones de los habitantes de la Villa de San José, sobre su salud y la razón por la cual habían proliferado las farmacias y laboratorios y con ellos sus productos, que entonces eran ‘casi’ milagrosos, en parte gracias a las declaraciones que los beneficiados publicaban dando gracias a sus creadores por haberles recuperado su salud.

Ahora demos un paseo sobre las otras actividades que comenzaban a aflorar en la Cúcuta de principios del siglo XX. Como es apenas natural, otra de las actividades propias de los poblados que comenzaban a crecer, eran aquellas relacionadas con su manutención y supervivencia, razón por la cual los productos de consumo diario eran muy publicitados y bastaba la sola mención del almacén para darlo a conocer, pues por esa época no se acostumbraba a indicar las direcciones, ya que por el tamaño de nuestra noble villa era completamente innecesario, a pesar de la conocida nomenclatura instaurada tan pronto la ciudad fue reconstruida.

Tampoco se anunciaba el número telefónico a pesar de tener, la ciudad, un servicio incipiente en funcionamiento desde 1890, el cual fue ampliado posteriormente, en 1907 con el otorgamiento de la licencia que le permitía su explotación a los esposos Polanco Rodríguez. Sin embargo, las razones de la exclusión del teléfono eran varias, primero, la restricción de líneas, es decir la escasa cobertura que existía entonces y por último, el costo relativamente alto que impedía su masificación. Por esto, en casi ninguno de los avisos de esta época veremos la dirección o su número telefónico.

En las primeras décadas del siglo XX, primaban en el comercio las casas mayoristas alemanas, situadas estratégicamente en las principales esquinas del parque Santander, como lo eran Breuer Miller & Cía., Beckmann & Cía., Van Dissel Rode & Cía., la casa comercial italiana Ríboli & Cía., ésta, ubicada en la esquina de la calle doce con avenida quinta y posteriormente adquirida por Tito Abbo, quien le cambió su nombre y a comienzos de los sesenta, venderla a la compañía que administraba los Almacenes Ley. Estos cuatro grandes almacenes ofrecían la gama más variada de artículos, entre los que se cuentan, víveres de toda clase, la mayoría importados, compra y exportación de café, quincallería y ferretería y en general todas las mercancías traídas del exterior. También prestaban el servicio de navegación fluvial por el río Zulia hasta la población de Maracaibo. Algunas de éstas eran también agentes bancarios, como el caso de Breuer Moller & Cía., otra especializada en productos farmacéuticos, como Van Dissel Rode además, propietaria de la Botica Alemana y otras también ofrecían servicios de papelería e imprenta; verdaderos exponentes del gran comercio y precursores de las llamadas hoy ‘grandes superficies’. 

Compitiendo con estos grandes empresarios extranjeros se destacaban algunos comerciantes locales, entre los que se contaban Cogollo & Cía., Jorge Cristo & Cía., Manuel Guillermo Cabrera, lo mismo que algunas grandes fábricas como las cervecerías Santander y Colombia, ambas dedicadas a la elaboración de cervezas, gaseosas y a la venta de hielo en bloques. Las más destacadas en otras tareas eran, Arocha &Cía. y Duplat & Cía. procesadores de toda clase de cereales, pastas alimenticias y en especial, molienda de café. Por aquella época comenzaba sus labores empresariales un notorio productor, quien años más tarde se destacaría como uno de los más aventajados exponentes del empresariado regional, don Pedro Felipe Lara.

En más pequeña escala citaremos el Casino Berti un establecimiento dedicado a la venta de comestibles, fundado en los últimos años del siglo anterior-1880- y luego reorganizado por su nuevo propietario a quien llamaban cariñosamente don Vicente y se especializaba en el servicio de ‘cenas’, además de su oferta de vinos españoles y franceses, así como un variado surtido de rancho proveniente de Europa.

Uno de sus productos más reconocidos y que fuera exclusivamente ofrecido a los cucuteños, era la ‘Kola Champagne’, bebida azucarada burbujeante que competía con las gaseosas de la época. Varios sabores eran presentados a sus consumidores como limón, crema soda y jengibre. Los domingos, el programa giraba en torno a la gallera, a donde  asistían ‘cuerdas’, como se llaman los participantes asiduos, de la ciudad y las poblaciones vecinas, especialmente de San Cristóbal, San Antonio y Ureña; el atractivo eran las ‘apuestas exageradas’ que dicho de otra forma, significaba grandes sumas en juego.

Tampoco podían faltar los cigarrillos, especialmente los de fabricación nacional. La Fábrica Nacional de Cigarrillos promocionaba el ‘Gran Colombia’ que aprovechaba el nacionalismo anunciando que “la opinión pública aclama nuestros productos como los mejores de su clase en la actualidad, sencillamente porque nuestra fábrica emplea en sus picaduras, hoja de tabaco cosechadas en las más hermosas plantaciones del Norte.” Remataba como lo hacían la mayoría de los anuncios de esos años, “de venta en todos los establecimientos y bodegas.” Mantenían una promoción permanente en la que cambiaban las cajetillas vacías por una llena de esta manera, quince cajetillas grandes por una del mismo tamaño u ocho cajetillas pequeñas por una de esta clase. 

Hubo un momento en que los fumadores conocieron el último grito de la moda en lo referente al vicio de fumar, las ‘pajillas’, que eran cigarros en el que se utilizaban hojas de maíz como envoltorio en lugar del tradicional papel; a Cúcuta llegaron en 1925 al Almacén Jea. La novedad duró poco y la verdad es que no sabemos cuánto ni la razón por la que desapareció.

Y para rematar esta crónica, una mención del trasporte urbano. El primer automóvil había llegado algunos años antes y ya se ofrecían a la venta, los más conocidos traídos de Estados Unidos, los Chevrolet en cuatro modelos Sport, de Lujo, Special y Corriente. El distribuidor era Cogollo Hermanos y los colores de moda eran el azul oscuro o el azul Boston, el gris Ontario o el más popular, el negro. Se anunciaba como el ‘más barato en relación con su alta calidad’. Claro que un automóvil era entonces un lujo que pocos podían procurarse, pero quienes querían darse su paseíto, bastaba con llamar a Eduardo Araque al teléfono 375, que con su Hudson para 7 pasajeros lo llevaría al destino de su preferencia por los escasos caminos que entonces existían.

Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com

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