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Memorias
Los cien años del Stetson
El sombrero Stetson comenzó a fabricarse en 1855 en los Estados Unidos y rápidamente fue masificándose en todo el mundo.
Viernes, 2 de Marzo de 2018

Durante la primera mitad del siglo XX, cubrirse la cabeza, era además de elegancia, protección de los dañinos rayos solares, aún en esa época cuando la capa de ozono no sufría el ataque inclemente de los gases perjudiciales que hoy la mantienen en su mínima expresión. Signo de distinción era entonces lucir un elegante sombrero que le diera a su portador el refinamiento que exigían las circunstancias del momento y ahí es cuando entra a relucir el ícono de la moda mundial, el sombrero Stetson. 

El Stetson comenzó a fabricarse en 1855 en los Estados Unidos y rápidamente fue masificándose en todo el mundo. Cien años después, para celebrar su primer centenario, la marca diseñó y fabricó un sombrero conmemorativo que bautizó como “El sombrero de los 1.500 dólares” una cifra exorbitante para la época, pues con esa cantidad, se podía comprar un automóvil nuevo en los Estados Unidos. Con esa estrategia, la empresa quería mostrar al mundo la ”Joya Stetson”, un sombrero que seguía el famoso estilo del Oeste americano que allí denominaban “Boss of the Plains” (Patrón de las llanuras) y que había sido creado por John B. Stetson.

Este fino sombrero fue confeccionado con pieles selectas de castor y nutria; 43 técnicos sombrereros de la fábrica de la compañía en Filadelfia participaron en su fabricación cuyo resultado se tradujo en un ‘Stetson’ con un ala de 3.5 pulgadas, color silver, formado con dos cuerda de plata pura  en forma de cadeneta y el “moño”, de oro de 14 quilates, representa la cabeza de un toro. Para la conservación de este ‘tesoro’, se elaboró una caja en cuero repujado a mano, en cuya tapa aparecen labrados manualmente, un mapa del mundo y el escudo de la marca ‘Stetson’. Apenas, una mínima exigencia para gira mundialista que emprendería este símbolo de la elegancia masculina de la época e insignia de la tradición evocadora del Oeste Americano.

Durante todo el año de su centenario fue exhibido en la mayoría de las ciudades de los Estados Unidos y posteriormente emprendió su periplo por los países más representativos, donde la marca se había posicionado como Australia, Japón, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Noruega Suecia y Dinamarca. A Colombia se programó su visita a partir de febrero del 56, en un gira que se iniciaría en Cali y continuaría por las ciudades donde el ‘Stetson’ tenía distribuidores. Terminada su ‘vuelta a Colombia’, continuaría su viaje alrededor del mundo comenzando por México, continuando por Nueva Zelanda y terminando en Suráfrica para retornar a su sede en Norteamérica.

En Cúcuta, el distribuidor autorizado era el almacén Tito Abbo Jr. y Hno. Ltda. Siendo uno de los mayores vendedores de esta marca, le cupo el honor de tenerlo en exhibición en sus vitrinas durante varios días, tiempo en el cual un numeroso desfile de personas de todas las edades, género y clases sociales, tuvo tiempo de apreciarlo. Llegó a la ciudad el día 4 de abril, en el vuelo 682 de la empresa AVIANCA, a las diez y treinta de la mañana e inmediatamente trasladado al almacén de la avenida quinta esquina de la calle 12, acompañado de un séquito que parodiaba los cortejos propios de los ilustres visitantes.

Esta clase de tratamientos era inusual en casos diferentes de personas, común solamente cuando se trataba de reliquias religiosas que eran objeto de correrías y cuyo destino final eran las iglesias. Por esta razón, el “gallo cucuteño” no tardó en aparecer en los distintos medios, como fue el caso de una célebre columna escrita con genialidad, sobre este tema, por el sin igual “Buziraco”, partes de la cual me permito traer a colación.

“… yo quiero referirme al millonario Stetson que con barbuquejo de oro y prendedor de esmeraldas y broche de brillantes, y ejecutado con piel de marta y otros animalitos por el estilo, viene en misión de recubrir las cabezas despeinadas y sobre todo desnudas, inmoralmente desnudas de tantos calvos y de tantos que no se peinan y sobre todo no se lavan la bola que descansa sobre los hombros y que cuando así se ve, se presta a que otros, con la misma adlatere se pongan a pensar, y lo que es peor, a pensar mal. Porque dígase lo que se quiera a propósito del ‘sinsombrerismo’, está de moda y es de las de peor gusto, y quizás una de las más antiestéticas y sobre todo ridículas que hemos podido inventar los varones de ahora. Yo creo sinceramente que cuando los varones dejaron de usar el sombrero diaria y cotidianamente, el alma se sintió tan desnuda, tan al aire que salió avergonzada en carrera, a refugiarse a más no poder en la copa de los árboles y de ahí que ahora los hombres no tengan alma ni tengan nada en la cabeza… El uso del sombrero o mejor, la aparición del mismo, marca seguramente un hito en la civilización de la humanidad. Los antiguos y de eso hace ya días, se cubrían la cabeza con ramas, con pieles o a lo sumo con toallas, si era que estas ya habían hecho su aparición, pero cuando el hombre se dio cuenta que llevar la cabeza descubierta era signo de pobreza, de mal gusto y sobre todo de indecencia, porque repito, es indecente, impúdico, llevarla al aire y exponerla a la mirada de todos, inventó el sombrero: los usó de mil formas y tamaños y variedades, hasta que los gringos, que saben tanto de esas cosas de la comodidad, el buen gusto y el practicismo, inventaron el sombrero tejano, de alta copa, anchas alas, de buen fieltro, resistente, elegante, cómodo y servicial. Porque a mi entender, el Stetson, filial del que nos visita y que es el que usan los tejanos de Texas y el que a no dudarlo, comenzarán desde hoy a usar nuestros ganaderos, agricultores y hombres de negocios, comenzando por el Secretario de Agricultura y Ganadería, mi grande amigo el doctor Manuelito Guzmán Prada y Alfonso Jaimes y Abel Silva y otros ganaderos, es de lo más elegante, cómodo y vistoso. Sirve de abanico, de paraguas, sirve incluso para soplar el fogón, sirve para todo, sirve inclusive para llevarlo sobre la cabeza y así siendo él, ‘el Refugio del Alma’… De ahí que yo felicite a don Felice Torre y a todos los de la Casa Tito Abbo por la feliz ocurrencia de traernos al Stetson, es decir al embajador del sombrero tejano, para los hombres volvamos a tener alma y sobre todo para readquiramos esa prenda que servía para todo  inclusive para ser decentes, saludar a las damas y que, Dios me perdone, para hacer revoluciones, como aquellas en que los gobiernos ‘se tumbaban a sombrerazos’. Yo aspiro a que Tito Abbo, me deje colocar, así sea por un minuto, esos mil quinientos dolaretes, me retraten con él encima… y me regalen uno del mismo o de menor precio, que yo soy muy modesto.”

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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