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Chupeta desenmascara al Chapo
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AFP
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Domingo, 9 de Diciembre de 2018
Millones de dólares en coimas para legisladores, policías de élite y periodistas en Colombia; prostitutas, regalos y apartamentos para agentes de la DEA: en los años ‘90, no había nada o casi nada que el excapo del narcotráfico colombiano Juan Carlos ‘Chupeta’ Ramírez no pudiera comprar.
 
Testigo del gobierno estadounidense en el juicio de Joaquín ‘Chapo’ Guzmán en Nueva York, Chupeta, de 55 años, era el jefe del cartel colombiano del Norte del Valle, y desde 1990 hasta 2007 envió al Chapo decenas de toneladas de cocaína para que las cruzara de México a Estados Unidos.
 
Reveló al jurado que pagó al menos 10 millones de dólares en sobornos a congresistas colombianos en la década del ‘90 para que rechazaran restablecer la extradición, y que llegó a pagar una vez un millón de dólares a un legislador colombiano a cambio de una carta de salvoconducto.
 
También relató que donó al menos medio millón de dólares para la campaña presidencial de Ernesto Samper, y que sobornó a periodistas colombianos de “televisión, periódicos” para que no se publicase información sobre él. “Hacía pagos de corrupción a la prensa”, afirmó. 
 
A los agentes de la agencia antidrogas estadounidense (DEA) en Colombia, Chupeta contó que les enviaba prostitutas y regalos, incluidos apartamentos, a través de policías colombianos de élite que corrompía.
 
Inclusive, años después del arresto y extradición de Chupeta, los regalos siguieron. En 2015, la noticia de que agentes de la DEA en Colombia participaron en orgías financiadas por carteles y recibieron dinero, armas y regalos del narco provocó la caída de la directora de la agencia antidrogas.
 
Chupeta amasó una fortuna de más de 1.000 millones de dólares enviando unas 400 toneladas de cocaína en aviones, barcos pesqueros y semisumergibles a Estados Unidos vía México, hasta su arresto en Brasil en 2007, cuando le incautaron 120 millones de dólares en efectivo y en oro.
 
Vivía a todo lujo: tenía varias casas, un yate, una colección de relojes y valiosas obras de arte, entre ellas dos pinturas del colombiano Fernando Botero estimadas en medio millón de dólares cada una, cuyas fotos fueron mostradas al jurado.
   
Pago a sicarios, registrado 
   
A Chupeta no le temblaba la voz al ordenar asesinatos, lo cual hizo unas 150 veces, según sus propios informes contables donde registró los pagos a los sicarios.
 
“Es imposible ser el líder de un cartel en Colombia sin que haya violencia”, se justificó ante el abogado defensor William Purpura, a cargo de su contrainterrogatorio.
 
Contó que mandó a matar a 36 familiares o colaboradores de su exsocio Víctor Patiño, la Fiera o el Químico, quien fue detenido y extraditado a Estados Unidos y estaba colaborando con las autoridades.
 
Uno solo de esos asesinatos, de un hermano de Patiño, Tocayo, le costó 338.776 dólares en sicarios, según sus libros de contabilidad.
 
Chupeta no recuerda todos los asesinatos que ordenó, ni sabe todos los nombres de sus víctimas.
 
“No los he contado”, dijo el testigo, cuya apariencia es extraña como resultado de sus múltiples cirugías plásticas para modificarse el rostro a las que se sometió en Brasil: implantes en los labios y en los pómulos, una nueva nariz, ojos estirados, trasplante de pelo, un hoyuelo en la barbilla.
 
También mató él mismo a un hombre en 2004, a quemarropa, disparándole en la cara a menos de un metro de distancia.
 
Purpura, que buscó socavar su credibilidad como testigo, hizo la cuenta, y dijo al jurado que si Chupeta logra reducir su pena cinco años a 25 años de cárcel, lo mínimo que establece su acuerdo de cooperación con la fiscalía, pasaría en prisión apenas “60 días por asesinato”.
 
Un gran negocio 
 
Durante el juicio, el Chapo Guzmán le miró serio, pero quizás no le reconoció pese a que se han reunido “más de 10 veces”, según Chupeta.
 
Durante años, Chupeta y otro capo, Miguel Rodríguez Orejuela del cartel de Cali, fueron los principales proveedores de cocaína colombiana del Chapo.
 
Chupeta contó que el acusado le pedía que le enviara la mayor cantidad de “cocaína 100% pura, de óptima calidad” y que llegó a cocinar durante unos meses la droga en moldes cilíndricos para que este luego la pusiera dentro de latas de jalapeños para traficarlas a Los Ángeles. Chupeta vendería luego la droga en las calles de Nueva York.
 
Contó asimismo que podía cargar en sus aviones hacia México entre 700 y 1.300 kilos de cocaína, dependiendo de la ubicación de las pistas clandestinas, situadas en los estados Nayarit, Durango, Sinaloa y Sonora.
 
La vida loca del Chapo Guzmán
 
Tratamientos de rejuvenecimiento en clínicas suizas, una mansión frente al mar en Acapulco con un yate llamado “Chapito” en la puerta, ranchos por doquier, cuatro jets, un puñado de mujeres y un zoológico privado con leones: en los años ‘90, el Chapo Guzmán era el rey de México.
 
Antes de su primer arresto en Guatemala, en 1993, el exjefe del cartel de Sinaloa Joaquín ‘Chapo’ Guzmán era un hombre que disfrutaba al máximo de la fortuna que amasaba traficando toneladas de droga a Estados Unidos, aunque también gastaba millones para protegerse de las autoridades, de sus enemigos y hasta para grabar las conversaciones telefónicas de sus muchas novias.
 
Así lo relató durante su juicio en Nueva York uno de sus más cercanos colaboradores en esa época, Miguel Ángel ‘el Gordo’ Martínez, expiloto y gerente del Chapo en Ciudad de México, que hoy integra el programa de protección de testigos de Estados Unidos y colabora con la fiscalía.
 
A comienzos de los ‘90, el negocio de transportar cocaína colombiana a Estados Unidos -la especialidad del Chapo- “era el mejor negocio del mundo”, relató al jurado Martínez. “Se agarró el boom cocainero”.
 
El Chapo llegó a recibir hasta tres de sus jets llenos de dinero de las ventas de droga en Estados Unidos: de 8 a 10 millones de dólares en cada avión llegaban “casi cada mes” a Ciudad de México desde Tijuana, tras recibir los pagos de Estados Unidos.
 
Con esos cerca de 30 millones de dólares mensuales, el Chapo, que nació en la pobreza y comenzó a traficar drogas desde adolescente, no era ahorrador ni tacaño.
 
“En los ‘90 tenía cuatro jets, casas en todas las playas, tenía ranchos en todos los estados”, relató el Gordo Martínez. La mansión de Acapulco le costó 10 millones de dólares.
 
“Viajábamos por todo el mundo (...) a Brasil, Argentina, Aruba, por toda Europa, a Japón, Hong Kong, Tailandia, Perú, Cuba, Colombia, Panamá...”, enumeró el testigo al recordar algunos viajes de trabajo pero también otros de placer, como a Macao “para apostar”.
 
El Chapo, de 61 años, con todo su cabello y sin una sola cana, viajó asimismo a Suiza, “a una clínica donde te ponen células para que te mantengas joven”, dijo Martínez.
 
Además, tenía un zoológico en su casa con piscinas y canchas de tenis en Guadalajara, “con tigres, leones, panteras, venados”. Se recorría en un trencito.
 
También hacía muchos regalos: a Martínez, que en total calculó que ganó tres millones de dólares en varios años de trabajo con el Chapo, le compró un Rolex con diamantes.
 
Y una vez, le pidió al testigo que comprara más de 50 automóviles Buick, Cougar y Thunderbird -a un valor de unos 35.000 dólares cada uno-  para regalar a sus trabajadores en una Navidad.
 
El dinero del Chapo que sobraba era guardado en compartimentos secretos diseñados por su arquitecto, en casas que compraba por todo México para guardar hasta 20 millones de dólares en efectivo.
 
Martínez también llevaba millones en valijas Samsonite a los bancos de Ciudad de México y cambiaba los dólares a pesos mexicanos sin problemas porque el Chapo sobornaba a los empleados bancarios, afirmó. Cuando le preguntaban si estaba lavando dinero, respondía que exportaba tomates.
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