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Ocaña
La cara sabrosa de Ocaña
El municipio tiene unos productos emblemáticos: la arepa ocañera, el tamal, la cebolla, el pan, la flor del barbatusco y la cocota.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Sábado, 12 de Diciembre de 2020

La arepa, el tamal, la cebolla, el pan, la flor del barbatusco y la cocota, productos emblemáticos de la gastronomía en la provincia de Ocaña, saltan a la mesa durante las efemérides de la Hidalga Villa de Los Caro, mostrando a propios y visitante la otra cara, contraria a la violencia, que colma de orgullo y activa la economía y el sustento diario para miles de familias.   

Hace 450 años llegaron los conquistadores españoles al valle de los Hacaritamas con la misión de levantar una estancia para facilitar el intercambio comercial entre la Costa norte colombiana y el interior del país.

Una vez consolidada la fundación, los primeros pobladores blancos echaron mano de los productos elaborados por los indígenas para poder subsistir en medio de una naturaleza exótica.

La producción agrícola prehispana correspondía al maíz y los aborígenes de la época preparaban la arepa, el tamal y la tradicional flor del barbatusco para el consumo diario. Esa herencia de los antepasados se trasmitió de generación en generación y la llama de la costumbre perdura a través de los siglos en esta región del Catatumbo.

Luis Eduardo Páez García, presidente de la Academia de Historia, asegura que la gastronomía hace parte del patrimonio inmaterial de los pueblos y se constituye en factor determinante de la identidad cultural impregnada en la memoria colectiva de la gente.

El fogón 

La arepa con pellejo y sin sal fue la base alimenticia de capitanes y soldados, mientras lentamente, crecía el cultivo de trigo en la colonia para dar paso al famoso pan ocañero, cuyo principal ingrediente es el guarapo. 

El escritor Luis Eduardo Páez señala que la famosa arepa de Ocaña es similar a la tortilla mejicana “es un caso digno de investigar más a fondo”.

El ingeniero mecatrónico Sergio Andrés Yaruro Álvarez,  considera que es un ícono gastronómico referente a nivel nacional y un alimento que se constituye en la base culinaria de toda la sociedad. “Cuántas familias han levantado a sus hijos a punta de arepas. Si hacemos un recorrido de sur a norte encontramos a unas 500 empresas familiares dedicadas a la fabricación del producto”, agrega este ocañero.
             
Delicias envueltas en hojas de bijao

Los antepasados extendían sobre hojas de bijao una masa aliñada con achiote y orégano. Luego, colocaban una presa en el interior, amarraban con ganchos de las corteza vegetal y la sometían a la cocción.

Ese ritual de los indígenas se fue extendiendo hacia los países latinoamericanos y hoy hace parte de la gastronomía a base de maíz.  La palabra se deriva del náhuatl ‘tamalli’ que significa envuelto.

(El envuelto y la arepa de los aborígenes siguen vigentes en la gastronomía.)

En el camino que conduce hacia el santuario donde se venera la imagen de la virgen de la Torcoroma, patrona de los ocañeros, los campesinos preparan ese alimento para el disfrute de propios y visitantes.

Una flor como alimento 

Los pétalos de una flor de portentosos árboles que rodean la ciudad de Ocaña se constituye en  fuente de alimentación para algunos hogares. Las amas de casa asumen el reto de preparar suculentos platos para servir a manteles en viejas casonas que conservan las tradiciones.

“Es una costumbre de hace muchos años de la industria casera entre las familias más antiguas. Se prepara con pescado, carne o huevos y se acompaña con la arepa o pan ocañero”, indicó el presidente de la Academia de Historia de Ocaña, Luis Eduardo Páez.

Páez indicó que la costumbre sólo se mantiene entre familias antiguas, pues los jóvenes han cambiado el régimen alimenticio. “Se dice que tiene un alto poder nutritivo y se preparan tortas, platos e incluso dulces. El historiador Ciro Osorio deduce la belleza de la mujer ocañera al consumo de esa flor”, recalca.

La cocota 

Dentro de esas bendiciones gastronómicas aparece en el mes de agosto una fruta apetecida por los ocañeros llamada Cocota. Propios y visitantes encuentran en esta ciruela la oportunidad para calmar el antojo. 

La cocota o jocote, como se conoce en otros países, es oriunda de Centroamérica, y la fruta llegó a Ocaña gracias al escritor Santiago Rizo Rodríguez, quien visitó a su tío en Costa Rica en 1942 y envió por correo fluvial tres árboles que fueron trasladados por el río Magdalena hasta Ocaña.

La fruta al nacer es verde, y su estado de maduración se conoce cuando se torna a un color rojizo y amarillo. La gente le atribuye propiedades medicinales y los frondosos árboles aún se conservan en las viejas casonas.

La cebolla 

Aunque los cultivadores atraviesan por una difícil situación producto de la pandemia y la competencia desde territorio peruano, la cebolla ocañera tiene un sitial alto en la culinaria nacional y la economía regional. 

Originaria de Asia, llegó a Ocaña a raíz de los fenómenos migratorios y se ha consolidado como un renglón de la economía de la provincia. Se caracteriza porque su sistema de propagación se hace vegetativamente a partir de bulbos de color rojo pálido o rosado claro y con fuerte sabor picante, apetecido especialmente en la Costa Atlántica. 

El consumo se ha incrementado por sus cualidades condimentarías, asociada a sus beneficios de carácter medicinal. Su importancia socioeconómica es grande por la cantidad de mano de obra, directa e indirecta, asociada a los cultivos y por el capital invertido. 

Jessica Lucas, comunicadora de la universidad Francisco de Paula Santander, señala que es uno de los productos más representativos de Ocaña en los últimos 100 años  y se convirtió en una excelsa embajadora de la provincia. 

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