“Lo que está pasando acá es fascinante”, dijo Shane Gilbert tras una visita a Cúcuta, junto a 17 jóvenes más, para conocer las actividades que se realizan en la Agencia Colombiana para la Reintegración, regional Norte de Santander, y entender cómo se abordan los procesos de atención a los desmovilizados.

La conclusión del grupo de estudiantes de Ciencia Política de la Universidad de Davidson (California) fue unánime: encontraron un sistema organizado y la voluntad de quienes pasaron de las filas de la guerrilla y el paramilitarismo a hacer parte, nuevamente, de la sociedad civil con un acompañamiento permanente.

“Ya habíamos leído algo relacionado con la reintegración, y escuchamos a funcionarios en Bogotá cuando estuvimos allí, esta semana, pero no hay nada como ver el proceso, la historia, los programas que han creado”, dijo Gilbert.

El universitario también destacó la oportunidad que tuvieron de dialogar con un grupo de personas que hicieron parte activa de la guerra y actualmente desarrollan la ruta de la reintegración, aunque también conversaron con otros que la han terminado y hoy tienen una nueva vida.

“Hablé con un hombre que pasó 30 años en las Farc; huyó y se estableció en Cúcuta”, recordó Gilbert. “Ahora trata de tener una vida normal, y todo esto es muy interesante para nosotros, especialmente porque no vemos nada parecido en los Estados Unidos”.

María Gabriel, peruana e integrante del grupo, también resaltó la charla con una mujer que fue enfermera de la guerrilla y no ocultó su emoción sobre su franqueza para relatar la cruda historia.

“Me gustó mucho que fuera tan abierta, y que nos dijera cómo le ha cambiado la vida con éxito, porque ahora tiene su negocio”, dijo. “Además, el hecho de que tengan una sede organizada, con gente que sabe lo que está haciendo, te da confianza sobre esta iniciativa”.

Tyrone Rodríguez, coordinador de la sede regional, señaló que ese momento con los exguerrilleros y exparamilitares se da en completa privacidad, así que nunca saben qué les dicen ellos a los visitantes.

“La idea es que haya total transparencia, y por eso los dejamos solos; para que tengan libertad y, de alguna manera, evalúen lo que se ha hecho con la Agencia”, comentó.

El grupo de estudiantes también habló con líderes de una de las zonas vulnerables de la ciudad.

Reencuentro con la tierra

La abuela de Gilbert es oriunda de Cali y salió a los Estados Unidos, en parte, obligada por la violencia. Por eso, para él fue aún más relevante esta visita, dado que siempre escuchó historias sobre el conflicto; reconoce que sabe de Colombia por la inversión que hace el país del norte en esta región y por las constantes noticias sobre violencia armada.

“Creo que los americanos son un poco paranoicos, porque acá todo es muy tranquilo”, dice, pese a que en el último tramo de su recorrido, rumbo al barrio Simón Bolívar, la buseta en la que viajan es escoltada por 15 policías. “Entiendo que es por precaución y que, como americanos, se puede incrementar el riesgo de convertirnos en objetivo, pero esto no me inquieta ni me incomoda”.

María está de acuerdo y afirma que es una lástima el estigma que tiene el país.

“Sí, hay problemas, pero tienen una capacidad y mucha fuerza para sobrellevar estas situaciones, y me parece que el proceso de paz lo están implementando muy bien”, asegura. “Les ves en la cara, a personas que se han quedado con nosotros hasta altas horas de la noche explicándonos lo que han hecho, cada proceso y todo lo que preparan. Eso es algo que solo he sentido de los colombianos: que son bien persistentes y supongo que por la memoria histórica tienen ese deseo de ver la paz”.

Concluye diciendo que a sus amigos de Estados Unidos les contará lo fascinante que es Cúcuta y que, sin importar de dónde provenga la gente, o cuál sea el partido de su preferencia, tanto la paz como la reintegración son procesos que le pertenecen a toda la comunidad y que la habilidad que tiene esta zona para construir futuro y reformar la sociedad, seguramente será exitoso para todos sus habitantes.

*La Opinión