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Entrevista a Jimmy Guerrero, comandante del Frente 33 de las Farc
‘Me quedé en el Catatumbo porque me tocó la entrada de los paramilitares en 1999’.
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Jhon Jairo Jácome Ramírez
Sábado, 25 de Febrero de 2017

Si en el Catatumbo alguien preguntara por Ismardo Murcia Lozada, nadie daría razón sobre esa persona. Unos pocos, quizás, conocerían quién es Erasmo Traslaviña Benavides. Pero todos, sin lugar a dudas, sabrían quién es Jimmy Guerrero. Pues bien, Ismardo, Erasmo y Jimmy, son la misma persona.

Así quedó demostrado en el 2005 cuando una corte del Distrito de Columbia, Estados Unidos, emitió un ‘indictment’ contra el Secretariado de las Farc y el Estado Mayor de esa guerrilla, del que Guerrero hace parte, y lo identificó, no solo con su nombre real (Erasmo), sino con el otro alias bajo el cual había operado hasta entonces: Ismardo. ¿El delito? Conspirar para introducir cocaína a los Estados Unidos. 

Aunque durante años Jimmy Guerrero fue un guerrillero desconocido para gran parte del país, en Estados Unidos sus actividades al interior de esta guerrilla han sido ampliamente documentadas. 

De hecho, en el Archivo Institucional de la Escuela Naval de Posgrados, del país del norte, un estudio realizado en el 2013 por Dan Cunningham, Sean Everton y Greg Wilson, sobre la internacionalización de las Farc, dedica un apartado a Guerrero, a quien presentan como uno de los principales líderes del negocio de la droga en su zona de incidencia y uno de los guerrilleros llamados a adquirir relevancia dentro de esta guerrilla por sus contactos y poder económico.

En este estudio, en el que participó un mayor de la Armada colombiana, también se menciona que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos ofrece un millón de dólares por la información que conlleve a la captura de Guerrero, algo que, tras los acuerdos logrados con las Farc, luego de cuatro años de negociación, no será necesario, pues desde la semana pasada permanece, como otros 200 guerrilleros más, en la Zona Veredal Transitoria de Normalización de Caño Indio (Tibú), de donde en seis meses saldrá vestido de civil y sin armas. 

La Opinión conversó con Jimmy Guerrero en el sector de El 60, a 10 minutos de La Gabarra (Tibú), donde durmió la última noche como comandante del Frente 33 de las Farc. Allí, acompañado de 189 guerrilleros más, Guerrero habló de su vida, sus 35 años de lucha revolucionaria y su futuro. 

¿Hace cuánto llegó al Catatumbo?

Llegué a Norte de Santander hace 18 años. Venía del nordeste antioqueño. La idea era visitar el Frente 33 y luego ir a San Vicente del Caguán (Caquetá) a curso. Cuando llegué me instalé cerca a este lugar (El 60, La Gabarra), donde estaba el campamento.

¿Por qué se quedó?

Estando aquí en La Gabarra aparecieron los paramilitares en Tibú. El 29 de mayo de 1999 unos hombres que teníamos en Carboneras (Tibú) fueron los primeros que se enfrentaron con los ‘paras’. A mí me tocó arrancar con un personal que tenía acá en La Gabarra para reforzar a los muchachos que estaban allá. Emprendimos la confrontación con los paramilitares y nos vinimos combatiendo desde Carboneras hasta ‘El Alto del Mirador’, donde se toma la vía para Caño Indio.

¿Y qué pasó?

Ahí en ese punto fue la última pelea. De ahí nos desviamos para Caño Indio. Después la orden fue que me quedara defendiendo a los campesinos de los paramilitares. Desde entonces, el apoyo de la comunidad ha sido muy bueno y es por eso que considero que estoy vivo y tengo el cuero de primera, pues hasta la presente no me ha pasado nada, no me han pegado ni un tiro.

De esa época paramilitar en La Gabarra, ¿qué fue lo más difícil?

La confrontación con los ‘paras’ fue muy dura. Hubo momentos en los que alcancé a ver la muerte muy cerca, pero como uno está preparado psicológicamente y se ha preparado para este tipo de camino, pues no se le dificulta nada porque viene con la concepción de que aquí uno va es a defender a un pueblo, a luchar por un pueblo y a ofrendar la vida  por ese pueblo. 

¿Cómo se ve en el futuro, a qué se va dedicar ahora?

A la lucha revolucionaria. La decisión que se ha tomado es la de la dejación de las armas, pero continuar con la lucha en la política hasta resolver realmente la problemática que viven los colombianos. 

Usted lleva muchos años en la guerra, ¿podría decirnos cómo se imagina su vida en paz?

Estuve en la confrontación 35 años. Espero que en el futuro podamos vivir una situación más cómoda, tanto para nosotros que empuñamos las armas, como para el pueblo colombiano. Esa es la esperanza.

Después de 35 años en la guerra, ¿qué balance hace de su vida, valió la pena todo lo que ha hecho?

Lógico, nada ha sido en vano. Los que le hemos dedicado la vida a esta causa, una causa justa y digna, consideramos que no fue en vano porque el pueblo tiene una esperanza en nosotros y nosotros tenemos un compromiso con ese pueblo que debemos cumplir.

¿Qué ha sido lo más difícil de esta época en la que han estado en silencio los fusiles?

Pues este momento no es que sea difícil pero, créame que ha sido un cambio brusco, porque tuvimos que hacer un curso básico. Cuando ingresamos a las Farc hicimos un curso básico para aprender a manejar las armas, para aprender a movernos entre la confrontación. Ahora tuvimos que hacer el curso básico para movernos en el campo político, algo a lo que nosotros no estábamos acostumbrados porque nos tocaba vivir en la clandestinidad.

¿Le da miedo salir a la vida civil, teme por su seguridad?

No. Considero que en esta profesión se corren riesgos pero la disciplina hace todo. Si cumplimos con los estatutos que la estructura organice y se toman las medidas de seguridad necesarias, no veo problema.

¿Le gustaría hacer política en el futuro?

Me tocaría especializarme en eso. Ahora que nos van a abrir ese espacio, de hacer la política legal, no a través de las armas, pues nos corresponde prepararnos para continuar con lo que ya he mencionado, que es la lucha revolucionaria.

¿Cómo ve el proceso, está confiado en que el Gobierno les cumpla o existe algún temor frente a lo acordado?

Considero que hay un acuerdo muy serio y que desde que se siga llevando a cabo la implementación del mismo, podemos llegar al final.

¿Ve a los guerrilleros motivados con lo que va a pasar?

En las Farc hay una subordinación a la línea política; siempre hemos sido subordinados y siempre lo seremos a la dirección nacional de la organización. Todos los integrantes estamos optimistas porque el proceso continúa y esperamos que pueda terminar bien.

¿Qué decirle a la gente que aún permanece escéptica frente al proceso?

El llamado es a unirnos. Llegó el momento de la reconciliación. Llegó el momento para la paz y si realmente nos reconciliamos y empezamos a armar el proyecto político de convergencia, del que hagan parte todos los sectores, consideramos que le encontramos la salida al conflicto que viven los colombianos. Esta será la forma de terminar con la violencia que causan el hambre, la miseria y el desempleo.

Finalmente, ¿se va a afeitar la barba?

No creo. Me la arreglaré un poco, pero hace 14 años no me la afeito y no lo haré ahora. Cuando era joven, en la zona de Santander donde nací y me críe, los militares nos agarraban a golpes a los que nos dejábamos la barba, porque nos tildaban de comunistas. Cuando entré a las Farc me dije ‘aquí sí me voy a hacer respetar la barba’ y por eso me la dejé.