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Rendición de cuentas
Todas las actividades de la política aburren hasta el cansancio. Son jartísimas: desde las elecciones (esa farsa vergonzosa de abyecta y descarada lambonería donde no ganan las propuestas sino el que tenga más plata) hasta los discursos tempestuosos llenos de lugares comunes y promesas falsas. Pero si hay algo peor que todo esto, si hay algo que ofende la moral y atenta contra el sentido común son las rendiciones de cuentas que suelen dar los funcionarios públicos a la sociedad que los ha elegido para gobernarlos.
Jueves, 14 de Julio de 2011
Todas las actividades de la política aburren hasta el cansancio. Son jartísimas: desde las elecciones (esa farsa vergonzosa de abyecta y descarada lambonería donde no ganan las propuestas sino el que tenga más plata) hasta los discursos tempestuosos llenos de lugares comunes y promesas falsas. Pero si hay algo peor que todo esto, si hay algo que ofende la moral y atenta contra el sentido común son las rendiciones de cuentas que suelen dar los funcionarios públicos a la sociedad que los ha elegido para gobernarlos.

Porque los funcionarios no rinden cuentas, sino que en un acto impúdico de masturbación política se autocomplacen maquillando cifras, mostrando cuadros estadísticos de una gestión que sólo existe en el papel. La ciudad de la que los funcionarios hablan cuando rinden cuentas no coincide con la de la realidad. Y lo digo porque yo estuve hace 8 días en la audiencia pública de rendición de cuentas sobre infancia, adolescencia y juventud que ofreció el gobernador William Villamizar.

¿Audiencia pública? Fue en un recinto cerrado del segundo piso de la biblioteca pública en el que no caben más de 200 personas. ¿Rendición de cuentas? Ya dije que era más bien un acto de masturbación política, de autoexcitación con micrófono en mano. Y además nadie escuchaba al gobernador. O no lo entendían. Entre otras cosas porque la mitad del auditorio estaba compuesto por niños con discapacidad cognitiva de la Fundación Fides y la otra mitad con niños menores de edad de colegios de la región, pero también había un grupo de personas con discapacidad auditiva y verbal. Es decir, nadie que pudiera opinar. Yo llegué a creer por un momento que todos eran funcionarios de la Gobernación. Estaban tan ordenados, tan calladitos, tan distraídos, tan discapacitados que no había duda: es el equipo con el que gobierna William Villamizar: todos con retraso mental para una ciudad con retraso moral.

Le pregunté a una funcionaria si no le parecía una falta de respeto (con los niños, con la ciudad) que en una audiencia pública de rendición de cuentas el auditorio lo llenen con niños con discapacidad cognitiva.

-Pero es que usted sabe, uno sólo obedece órdenes.

Así parece funcionar todo. El gobernador da una orden y todos sus periodistas y funcionarios menean la cola. Y eso se vio en esta rendición de cuentas. Mientras los niños (o sea, el auditorio) bostezaban, sus funcionarios ponían cara de asombro porque el autócrata de turno logró resolver por fin los problemas que han trasnochado a la humanidad durante siglos: la pobreza y la educación, lo embarazos en menores de edad y el hambre. La cobertura de agua potable.

El gobernador puede hacer de la rendición de cuentas el espectáculo y la farsa que le dé la gana, pero que nadie diga nada por algo tan aberrante y tan grotesco, tan estúpido y venal, que nadie diga nada al respecto es una prueba concreta de que la sociedad también padece un considerable retraso cognitivo.
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