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La inteligencia se hereda de la madre
Estudios han revelado que los genes de la agudeza intelectual se encuentran en el cromosoma ‘X’.
Viernes, 2 de Septiembre de 2016

Los inteligentes deben agradecerles a sus madres, pues según la ciencia, son ellas las encargadas de transmitirle los genes relacionados con la agudeza intelectual.

En la base de esta idea se encuentra lo que se conoce como genes condicionados, los cuales se comportan de manera diferente dependiendo de su origen.

En la práctica, estos genes tienen una especie de etiqueta bioquímica que permite rastrearlos e incluso desvela si son activos o no dentro de las células de la descendencia. Curiosamente, algunos de esos genes condicionados solo funcionan si provienen de la madre. Si ese mismo gen se hereda del padre, es silenciado.

Obviamente, otros genes funcionan de manera contraria; es decir, solo se activan si provienen del padre.

Células de la madre van a la corteza cerebral, las del padre al sistema límbico

La inteligencia tiene un componente hereditario, pero hasta hace poco se pensaba que este dependía tanto del padre como de la madre. Sin embargo, diferentes investigaciones desvelan que los niños tienen mayores probabilidades de heredar la inteligencia de su madre, porque los genes de la inteligencia se encuentran en el cromosoma ‘X’.

Una de las investigaciones pioneras en este ámbito se realizó en 1984, en la Universidad de Cambridge. El estudio analizó la coevolución del cerebro y el condicionamiento del genoma, para concluir que los genes maternos contribuyen en mayor medida al desarrollo de los centros de pensamiento del cerebro.

Los investigadores crearon unos embriones de ratones especiales que tenían únicamente los genes de la madre o los del padre. Pero cuando llegó el momento de trasladarlos al vientre de un ratón, los embriones murieron. Así fue como se descubrió que existían genes condicionados que se activaban solo cuando eran heredados de la madre y que son vitales para el desarrollo adecuado del embrión. Al contrario, el legado genético del padre es esencial para el crecimiento de los tejidos que más tarde forman la placenta.

En aquel momento los investigadores hipotetizaron que si esos genes eran tan importantes para el desarrollo del embrión, era probable que también desempeñaran funciones relevantes en la vida de los animales y las personas, quizá incluso podrían determinar algunas funciones cerebrales. El problema era cómo demostrar esa idea ya que los embriones con genes de un solo progenitor morían rápidamente.

Los investigadores encontraron la solución: descubrieron que los embriones podían sobrevivir si mantenían las células embrionarias normales y manipulaban el resto. Así crearon diferentes ratones manipulados genéticamente que, asombrosamente, no se desarrollaron de la misma forma.

Los que tenían una dosis extra de genes maternos desarrollaron una cabeza y un cerebro muy grande, pero tenían cuerpos pequeños. Al contrario, los que tenían una dosis extra de genes paternos tenían cerebros pequeños y cuerpos grandes.

Al profundizar en estas diferencias los investigadores identificaron células que solo contenían genes maternos o genes paternos en seis partes diferentes del cerebro que controlaban distintas funciones cognitivas, desde los hábitos alimenticios hasta la memoria.

Durante los primeros días de desarrollo del embrión, cualquier célula puede aparecer en cualquier parte del cerebro, pero a medida que los embriones maduran y crecen, las células que tenían los genes paternos se acumulaban en algunas zonas del cerebro emocional: el hipotálamo, la amígdala, la zona preóptica y el septum.

Esas áreas forman parte del sistema límbico, que es el encargado de garantizar nuestra supervivencia y está involucrado en funciones como el sexo, la alimentación y la agresividad. No obstante, los investigadores no encontraron ninguna célula de los padres en la corteza cerebral, que es donde se desarrollan las funciones cognitivas más avanzadas, como la inteligencia, el pensamiento, el lenguaje y la planificación.

Los científicos han continuado investigando esta teoría. Robert Lehrke reveló que gran parte de la inteligencia de los bebés depende del cromosoma ‘X’. Además, demostró que como las mujeres tienen dos cromosomas ‘X’ tienen el doble de probabilidades de heredar las características vinculadas a la inteligencia.

Recientemente, investigadores de la Universidad de Ulm en Alemania estudiaron los genes involucrados en los daños cerebrales y descubrieron que muchos de ellos, sobre todo los que están relacionados con las habilidades cognitivas, se encontraban en el cromosoma ‘X’. De hecho, no es casualidad que la discapacidad mental sea un 30% más común en el género masculino.

Uno de los resultados más interesantes en este sentido proviene de un análisis longitudinal llevado a cabo en el Medical Research Council Social and Public Health Sciences Unit de Estados Unidos. En este estudio se entrevistaron anualmente desde el año 1994 a 12.686 jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y los 22 años.

Los investigadores tuvieron en cuenta diferentes factores, desde el color de la piel y la educación hasta el nivel socioeconómico. Descubrieron que el mejor predictor de la inteligencia era el Coeficiente Intelectual (C.I.) de la madre. De hecho, el C.I. de los jóvenes se apartaba tan solo una media de 15 puntos del de sus madres.

La genética no es la única responsable

Hay otros estudios que indican que la madre desempeña un rol importante en el desarrollo intelectual de sus hijos, a través del contacto físico y emocional. De hecho, algunos apuntan que el apego seguro está íntimamente vinculado a la inteligencia.

Investigadores de la Universidad de Minnesota encontraron que los niños que han desarrollado un apego seguro con sus madres desarrollan un juego simbólico más complejo a la temprana edad de dos años, son más perseverantes y muestran menos frustración durante la resolución de problemas.

Esto se debe a que el apego seguro les brinda a los niños la seguridad necesaria para explorar y la confianza suficiente como para resolver problemas sin desanimarse. Por otra parte, estas madres también les suelen proporcionar a los niños diferentes niveles de ayuda en la resolución de problemas, los cuales contribuyen a estimular aún más sus potencialidades.

La importancia de la relación afectiva para el desarrollo del cerebro ha sido demostrada por investigadores de la Universidad de Washington, quienes descubrieron por primera vez que un apego seguro y el amor de la madre son fundamentales para el crecimiento de algunas partes del cerebro.

Los expertos analizaron durante siete años la forma de relacionarse de las madres con sus hijos y descubrieron que cuando estas apoyaban emocionalmente a los niños y satisfacían adecuadamente sus necesidades intelectuales y emocionales, a los 13 años el hipocampo de estos pequeños era un 10% mayor que el de los niños que tenían madres distantes emocionalmente. Vale aclarar que el hipocampo es una zona del cerebro vinculada con la memoria, el aprendizaje y la respuesta ante el estrés.

La herencia

Se estima que entre un 40 % y 60% de la inteligencia es heredada. Esto significa que el porcentaje restante depende del entorno y la estimulación. De hecho, la inteligencia no es más que la capacidad para resolver problemas.

Pero no hay que olvidar que para buscar soluciones a las situaciones difíciles, incluso un problema matemático o físico, también entra en juego el sistema límbico, pues el cerebro funciona como un todo.

Fuente: Rinconpsicologia.com

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