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Venezuela
Venezuela promueve la desintegración en América
La crisis migratoria de miles de venezolanos ha puesto en entredicho los mecanismos de integración regionales.
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EFE
Martes, 28 de Agosto de 2018

Las aspiraciones de integración bolivariana de Venezuela no han hecho más que acelerar el fin de los frágiles procesos de integración en marcha desde hace décadas en Latinoamérica.

Los bríos integracionistas y revolucionarios del fallecido Hugo Chávez, apoyados en la riqueza petrolera de Venezuela, han hecho aguas con su sucesor, Nicolás Maduro, y han acabado sembrando la peor de las discordias en el continente.

Los abandonos de Colombia y de Ecuador de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba), respectivamente, constituyen sendos golpes de gracia a los procesos de integración impulsados por Venezuela, que habían debilitado los históricos en marcha, como Mercosur o Comunidad Andina (CAN).

Fue precisamente Venezuela quien abandono la promisoria CAN, en abril de 2006, tras el anuncio de Chávez de que el acuerdo regional estaba muerto.

Para la época Chávez estaba enfrascado en la creación del Alba y de la Unasur, con el claro propósito de crear un bloque entorno suyo lo más numeroso y fiel posible dentro de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde ahora Maduro mantiene a duras penas a su país, con un pie fuera y la amenaza de ser expulsado.

Venezuela abandonó la CAN también para integrarse en el Mercosur, donde fue arropado por los Gobiernos brasileños de Luiz Ignacio Lula da Silva y su sucesora, Dilma Rousseff; y por los de Néstor Kirchner y su sucesora y esposa, Cristina Fernández, en Argentina.

Caídos esos Gobiernos y fallecido Chávez (5 de marzo de 2013), Maduro no ha podido evitar la expulsión de Venezuela del Mercosur, que ha quedado más frágil de lo que siempre estuvo en términos de integración económica.

La OEA, el foro más amplio y sólido en América, es un buen ejemplo de la marcada división que Venezuela ha generado en el continente con interminables e infructuosos debates en torno a la situación de ese país.

La VIII Cumbre de las Américas, celebrada en abril de este año, fue otro nítido ejemplo; Venezuela, cuya presencia fue vetada por el país anfitrión, Perú, y a pesar de su ausencia fue el asunto protagonista de las discusiones sin una conclusión práctica ni unánime.

En Centroamérica, la alianza incondicional entre el maltrecho régimen de Daniel Ortega en Nicaragua y el de Maduro en Venezuela, tampoco ayuda a la integración.

En el Sistema de Integración Centroamericana (Sica), el régimen de Nicaragua tiene la firme enemistad de Costa Rica y Panamá, países enfrentados así mismo a Venezuela.

La crisis migratoria de miles de venezolanos ha puesto en entredicho los mecanismos de integración regionales. Cada país ha adoptado medidas particulares, unas generosas y otras severas, para hacer frente a la entrada a sus respectivos territorios de la avalancha de venezolanos.

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