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60 años ambientalmente hablando
El vertiginoso fenómeno del cambio climático representa el desafío más complejo al que se enfrente la humanidad en los próximos años.
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Domingo, 30 de Agosto de 2020

Por: Camilo Flórez Góngora | Biólogo de la Universidad del Valle, con maestría en estudios ambientales del Prescott College de Arizona (EE.UU) y experto en ecología.

La isla de Hawai está formada por cinco volcanes entre los que se destaca el Mauna Loa que significa en hawaiano “montaña larga”. Es conocido sobre todo por ser el volcán más grande de la Tierra. Sin embargo, desde 1958, el mismo año en que se crea el semanario La Opinión, es el observatorio más importante para la medición atmosférica del nivel de dióxido de carbono (CO2). 

En el mes de marzo de ese mismo año el primer registro de este conocido gas de efecto invernadero arrojó el número de 315.71 partes por millón (ppm). Dos años después, en 1960, cuando el semanario La Opinión se convirtió en diario, para el mes de junio el nivel de dióxido de carbono había subido a 319.59 partículas por millón (ppm). 

En mayo de 2020, sesenta años después, la concentración atmosférica de CO2 arroja el número de 417.16 ppm. Un incremento de 101.45 ppm con respecto al primer registro de 1958 y que representa un aumento de la temperatura promedio del planeta en 1.1 grados centígrados. Esta radiografía del vertiginoso fenómeno del cambio climático y que a su vez representa el desafío más complejo al que se enfrente la humanidad en los próximos años, junto con la emergencia de pandemias como la que estamos viviendo, han alterado y continuará alterando en los próximos años el curso histórico de la humanidad.

 La figura muestra un incremento positivo lineal de la concentración atmosférica de dióxido de carbono. Fuente: Agencias de Investigación de los EEUU.

Los años sesenta no solo se distinguen por la turbulencia política de la guerra fría en todo el continente sino también por el surgimiento del movimiento ambiental, particularmente en Estados Unidos, y que luego se expande por el resto del continente. 

En 1962 con la publicación de la primavera silenciosa de Rachel Carson en Norteamérica se hace pública la denuncia sobre los efectos adversos en el medio ambiente de los pesticidas, entre ellos el DDT, dando paso a una cascada de acciones legislativas que establecen la prohibición de muchos de estos agroquímicos de alta toxicidad. En Colombia, los efectos de la nueva ola ambiental se materializan a partir de 1968 con la creación del primer instituto para la protección de los recursos naturales renovables y que fue bautizado con el nombre de Inderena bajo la administración frentenacionalista de Carlos Lleras Restrepo.

La década del setenta se inaugura en el continente con la creación de la agencia federal para la protección ambiental de los Estados Unidos más conocida como EPA. Y en 1973 el Congreso de ese mismo país promulga la Ley de Especies en Peligro de Extinción, una de las piezas legislativas más importante de la historia ambiental del continente. En 1974, Colombia expide el decreto ley 2811 de diciembre de 1974 que da paso a la creación del Código de los Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente durante la administración de Alfonso López Michelsen. Tres años después, en 1977, este importante código fue completamente reglamentado lo que permitió dar paso a la declaratoria de 18 nuevas áreas protegidas en Colombia, adicionales a las 12 ya existentes. 

Entre los nuevos parques naturales, se creó el Parque El Tamá y años después, en 1988, el parque nacional natural Catatumbo Bari y el área natural única Los Estoraques en Norte de Santander bajo la presidencia de Virgilio Barco. La declaratoria de parques nacionales se ha extendido hasta el año 2014 y hasta la fecha el país cuenta con 59 de ellos. 

La década del noventa trae reformas importantes para el fortalecimiento de la política ambiental en cuanto a la transformación del Inderena en Ministerio de Ambiente y la creación de nuevas corporaciones regionales dentro del marco de la ley 99 de 1993 durante la presidencia de César Gaviria. Igualmente, esta ley contempla la creación de los institutos de investigación ambiental tales como el Humboldt, Ideam, Sinchi, Invemar y el von Neuman dentro del paraguas del Sistema Nacional Ambiental (SINA). 

De esta forma se fortalece la capacidad institucional ambiental y se pone en sintonía con las convenciones internacionales surgidas desde la Conferencia de Rio 92 para la protección global de la biodiversidad y sus hábitats. Los inventarios de flora y fauna se incrementan bajo el liderazgo de los institutos del SINA y el estado de la megadiversidad colombiana es motivo de amplio interés y preocupación. 

El 11 de diciembre de 1997 se adopta el protocolo sobre el cambio climático en la ciudad japonesa de Kioto. El protocolo establece metas vinculantes para los principales países con mayor emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y esto se consolida a partir de su entrada en vigor en el año 2005. Diez años después, en diciembre de 2015, el Protocolo de Kioto se transforma en el Acuerdo de París en donde 195 naciones se comprometen a mantener un calentamiento global por debajo de los 2 ° C y aunar esfuerzos para descarbonizar las economías dando paso a una nueva transición energética en donde las energías renovables dominen la canasta energética de los países. En el mismo año de 2015 todos los Estados miembros de Naciones Unidas firmaron el compromiso de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para dar cumplimiento a la agenda 2030. Estos objetivos incluyen metas para la reducción de la pobreza, el hambre, la desigualdad y la protección ambiental, el consumo responsable y la consolidación de la paz y 
La justicia, entre otros. 

La década 2020-2030 representa la gran transformación si estas metas de carácter global logran cumplirse o, por el contrario, la gran frustración si la humanidad fracasa en alcanzar los compromisos que se ha propuesto. Los retos tanto nacionales como globales son de una gran complejidad actualmente. La Covid-19 nos ha puesto en el peor de los escenarios y las transformaciones que su dinámica despliega están cargados de una enorme incertidumbre mientras no se tenga un tratamiento acertado o una vacuna efectiva que le permita a la economía desarrollarse en un ambiente de bajo riesgo para la salud. 

Este recorrido ambiental por los últimos sesenta años en que La Opinión ha estado informando cotidianamente a sus lectores de Cúcuta, el departamento y el país, nos muestran un mundo en acelerada transformación. Una transformación que permite ver en casi dos y hasta tres generaciones cambios sobre el quehacer humano que dejan una enorme huella sobre el entorno. Somos testigos y al mismo tiempo agentes de cambio en una época geológica en la que se quiere bautizar con el nombre que mejor le corresponde: el Antropoceno. 

Al volver y observar la línea recta en ascenso que muestran el crecimiento sostenido de las emisiones de dióxido de carbono de la gráfica de arriba, no hay duda de que esta línea marca nuestra identidad y al mismo tiempo nuestro compromiso por evitar una catástrofe de consecuencias impredecibles para nuestro planeta.

Quien escriba en el 2080 los pormenores sobre el estado del mundo, sabrá dilucidar si los humanos de la primera mitad del siglo 21 estuvieron a la altura de sus compromisos globales por dejarle un mundo habitable a sus futuras generaciones. Lo mejor que nos puede pasar como legado es, que el valor de entender la complejidad del problema y poder resolverlo se cumplieron. Tanto los que hagan La Opinión para ese entonces como sus lectores estarán llamados a dar testimonio de nuestro gran acierto. 

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