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Campañas salpicadas
Está tan deteriorada la actividad política en la ciudad y la región, que hoy en día la verdadera disputa de fondo es moral.
Sábado, 17 de Agosto de 2019

Estremece la confesión en días pasados de Iván Laverde, “El Iguano”, sobre la violencia desatada  en esta región por los paramilitares en los últimos 20 años. 

Han sido hechos de barbarie de los cuales teníamos evidencias, pero esas formas de salvajismo no las conocíamos con esa puntualidad. 

Es sobrecogedor ante todo, que una persona tan joven, de apenas 37 años haya participado en esa tragedia, y que acepte que los paramilitares en el Norte de Santander fueron responsables de haber cometido 8.183 crímenes; y lejos de expresar alguna actitud de arrepentimiento, asegura no haberse equivocado las Auc en el señalamiento a sus víctimas. 

“Cada vez que agarrábamos una víctima, las llevábamos a los sitios de tortura que habíamos adecuado, y luego de obtener la información que necesitábamos, la descuartizábamos, o la lanzábamos al río o la enterrábamos”. 

A mi particularmente lo que más me impresiona, es que el exparamilitar ni se inmuta. Hace un relato de los hechos con una seguridad y confianza como si estuviere narrando cualquier episodio de la historia de Colombia a niños en una escuela primaria.  

Pero después de escuchar esa historia de horror, la sorpresa aún estaban lejos de terminar cuando se le pregunta por los financiadores del paramilitarismo en la región. 

El sólo hecho de que aparezca el nombre de dos actuales candidatos a la alcaldía, pone de presente los niveles de deterioro a los que ha llegado en algunas regiones del país la actividad política en Colombia. 

Por estos días el país recuerda a dos de sus hombres que creyeron que podían cambiar esas prácticas, que se enfrentaron al régimen, que lo denunciaron y que fueron asesinados por sus ideas; para colmo, años después los verdaderos responsables de sus crímenes siguen en la impunidad: 30 años del asesinato de Galán y 20 años de la muerte de Jaime Garzón.

No hace mucho el politólogo Ariel Ávila sostenía que finalmente en la guerra en Colombia si hay ganadores y perdedores. 

Aportaba un dato muy preciso: cerca de seis millones doscientas mil hectáreas han ganado quienes han propiciado actos de desalojo a sangre y fuego, y que de una u otra forma han logrado legalizar. 

Según su análisis, los beneficiarios de ese desalojo territorial, electoralmente se traduce en cerca de 2 millones de votos. Luego la guerra en el siglo XXI no solo es a fuego por el despojo de las tierras, sino que se traslada al campo electoral. 

Por ello, y hablando de episodios más gratos y reconfortantes, resulta al menos gratificante para la ciudad el que una persona como Jairo Yáñez se haya candidatizado a la Alcaldía de Cúcuta. 

Su esfuerzo, su trayectoria e integridad profesional y moral oxigenan la campaña política, y ese ya es un gran aporte; en este momento se convierte en una expresión de esa Cúcuta decente, de los que creemos que esta lucha de degradación en la que ha caído la actividad política, no la podemos perder. Por lo menos ese es el legado que debemos dejarles a nuestros hijos: rescatar a Cúcuta. Jairo Yáñez ya ha enaltecido con su esfuerzo y su nombre esta contienda electoral. Su lema: “una estrategia de todos”, en la que se propone la creación de 8.000 empleos directos, y el aprovechamiento de residuos sólidos, corresponden a un programa que debemos apoyar.

Está tan deteriorada la actividad política en la ciudad y la región, que hoy en día la verdadera disputa de fondo es moral, entre la decencia frente a la indecencia. Es la actividad política trasparente y decente que necesita Cúcuta, porque después de haber escuchado la versión de “El Iguano”, de las campañas gravemente salpicadas, los candidatos inhabilitados, y toda esa indecencia, el camino que nos queda es rescatar a Cúcuta y direccionarla a la decencia, y rescatar la esperanza y el futuro de nuestra ciudad para nuestros hijos.

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