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“Dejad que los niños vengan a mí”
La universalidad de la religión católica quedó supeditada al poder económico y militar; y por supuesto que al avance juicioso de la disciplina científica.
Viernes, 1 de Diciembre de 2023

Con esta tierna frase pregonaba el futuro “redentor del mundo” paseando por las calles de Belén, Jerusalén y aledañas, que estaba dispuesto a proteger y guiar el rebaño desde sus tiernos comienzos en el trasegar por este valle de lágrimas.

Eran promesas de un nuevo orden “universal”; no se sabía nada sobre el “nuevo mundo” arrasado por los españoles y bautizado  por Américo Vespucio. La universalidad  era Israel y sigue  siéndolo,  un minúsculo rincón al oriente del mediterráneo, paso obligado de las caravanas que se aventuraban hacia el inmenso desierto del lejano reino de las riquezas: el subcontinente Indio y la enigmática  y misteriosa China

El  concepto de “universalidad”  que abarca no solo nuestro entorno sino también todos los infinitos mundos que ya sabemos existen, era ignorado en ese entonces habida cuenta de una ciencia en pañales y con una grey ignorante y profundamente esclavizada por dictadores y reyes trogloditas que solo permitían lo que sus primitivos cerebros dictaban.

  Hay otros mundos, y otros cristos y otras vírgenes y otras religiones. La pregonada universalidad de la religión católica nacida en un diminuto reducto en el oriente próximo, queda cada vez más reducida y obsoleta habida cuenta de los avances de la ciencia que la misma doctrina atacó ferozmente intentado sepultarla para siempre sin lograrlo.

La universalidad de la religión católica quedó supeditada al poder económico y militar; y por supuesto que al avance juicioso de la disciplina científica.

Habiendo nacido en Israel, es Roma la capital suprema de lo que se conoce como cristianismo. Fue el emperador Constantino quien se atrevió a declarar como religión del imperio romano al ya numeroso grupo de seguidores de la doctrina; y quienes ni cortos ni perezosos se asentaron en la capital del imperio y desde entonces, año 350 de la era común o después de lo que se supone    fue el nacimiento de Cristo, se dedicaron a predicar la nueva doctrina y a despotricar  sobre lo que no les convenía; entonces nacieron las instituciones  dedicadas  a defender el recién nacido nuevo orden que incluyó “evangelios”, “cruzadas asesinas” tratando de recuperar los lugares “santos”, “encíclicas”, “tratados”, “convenios”, “inquisiciones” y toda una serie  de organizaciones dedicadas a imponer y perpetuar una religión que solo ha servido para predicar un supuesto nuevo “orden” y   esclavizar y aherrojar la mente y el tranquilo transcurrir de la inocente humanidad.

Y a qué viene el cuento que ya me parece un tano largo. Que estamos asistiendo en vivo y en directo, gracias al afortunado avance de las comunicaciones, a un sangriento y cruel enfrentamiento entre facciones por cuenta de la religión. A diario sabemos del cruel asesinato y ajusticiamiento de seres inocentes que incluye civiles indefensos, mujeres, ancianos y niños, sucediendo al oriente del mediterráneo en un minúsculo rincón del mundo donde el supuesto “redentor”  predicó: “dejad que los niños vengan a mí”.

 Jorge L. Yanez I.


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